Arquitectura para la contención
Laura Lamari
¿Puede la arquitectura sanar a través del diseño de espacios?
En una obra de arquitectura, tenemos dos características esenciales. Por un lado, están las marcadas por el cumplimiento de la norma y sus condiciones de habitabilidad, que no son otras que las características objetivas y, por otro lado, están las subjetivas, que sin lugar a dudas son las que provocan distintas percepciones en el usuario.
Sobre las segundas, me permití reflexionar considerando todas las sensaciones que experimenta una persona, ya sea niño/a, joven o adulto/a, durante su estancia, corta o prolongada, en una instalación sanitaria, sea hospital, clínica, centro o incluso una salita de primeros auxilios.
Siempre me ha interesado la experiencia del arquitecto Alvar Aalto y la arquitecta Aino Marsio Aalto, finlandeses, realizada en el Sanatorio de Paimio, en Finlandia. Un nosocomio dedicado a los enfermos de tuberculosis, donde se reflejó la empatía del grupo de diseñadores con la necesidad del bienestar de los enfermos. Considero esto una premisa necesaria para el diseño[1].
Leon Liao from Barcelona, España, CC BY 2.0
Sabemos que en los espacios dedicados a la salud, se suceden numerosas vivencias, una mezcla de emociones que van desde la angustia hasta la alegría, desde la desesperanza hasta la expectativa, desde estar cerca a estar lejos; en fin, una suma de sentimientos.
Entonces, ¿podrá el hecho construido interpretar toda esta magnitud de apreciaciones, siendo un contenedor para el paciente y/o acompañante, logrando que su estancia sea cotidiana y fluida? ¿Es la arquitectura empática con el bienestar de los pacientes? Siendo estos espacios dedicados a estar mejor en procesos a veces muy invasivos, ¿logrará cumplir su función de contención?
Actualmente, las instituciones están incorporando de manera paulatina el acondicionamiento de espacios más amigables, donde los actores principales son los verdaderos protagonistas, con todas sus vivencias diarias. Grupos y asociaciones, como la ONG Dar Sonrisas[2], integradas por madres, padres, abuelos, abuelas, médicos, auxiliares, dedicados en este caso a las problemáticas de salud en las infancias y adolescencias (etapas complejas de transitar), logran adecuar salas, reversionar mobiliario, utensilios, vajillas, facilitadores de movilidad reducida, juegos para el intercambio de experiencias, obteniendo de esta manera un "estar mejor", fomentando el bienestar físico, emocional y mental, buscando una transformación más profunda, actuando en la conciencia del diseño del espacio; variables que actualmente son premisas de la neuroarquitectura.[3]
Hay una experiencia muy interesante que no corresponde con una institución para la salud en sí, pero que se originó a través del bienestar de las personas, y vale la pena nombrar, que es la realizada en Alamesa Resto, espacio para comer, pensado para personas con neurodiferencias.
Ideado por el infectólogo Dr. Fernado Polack, en respuesta a las necesidades de inclusión laboral para personas neurodiversas, es un claro ejemplo de contención y empatía de la arquitectura hacia necesidades distintas.[4]
Los componentes espaciales que rodean a las personas influyen de manera directa en su estado psicológico y físico. Ese entorno es percibido a través de los sentidos e impacta de una manera trascendental en las distintas interacciones.
Habrá que comenzar visualizando a los verdaderos protagonistas y sus experiencias vividas, repensando esos pequeños espacios como contenedores de grandes historias y emociones, abandonando el hecho físico en sí para abordar el lado subjetivo del diseño, ideando espacios para lograr el confort de quienes los transitan.
¿Podríamos intentar, desde nuestra actividad, lograr un protagonismo absoluto de todas las partes, donde la arquitectura surja de una necesidad real, visualizando, escuchando, sintiendo…?
Referencias
[1] El proyecto del Sanatorio de Paimio (1929-1933) fue el resultado de un concurso convocado en 1928, cuando Aalto y Aino acababan de regresar de un viaje por Europa. La propuesta del equipo recibió el primer premio en 1929, y aquel mismo año se inició la construcción. Los arquitectos ya habían comenzado a explorar una nueva manera de diseñar espacios funcionales; es un perfecto ejemplo de cómo la arquitectura contribuye a humanizar los espacios vividos. Actualmente, el Sanatorio sigue siendo un referente de esta línea de pensamiento.
[2] Dar sonrisas es una ONG, dedicada a brindar contención e información a pacientes pediátricos oncológicos.
[3] La neuroarquitectura es la disciplina que basa sus principios en estudiar cómo los espacios afectan a nuestro cerebro y sus relaciones, buscando de esta manera favorecer el bienestar de las personas en convivencia con esos espacios. Busca respuesta a través de la luz natural, colores, texturas, formas, sonidos, etc.
[4] "Alamesa ¡La comida está servida". Nota de Proyecto Suma sobre el Restaurante Alamesa