¿Por qué deberías preocuparte por lo sonoro?
Edda Bild, Cynthia Tarlao, Catherine Guastavino, Caroline Stamm
Introducción para urbanistas sobre cómo construir ciudades que suenen mejor.
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A menudo nos preocupan los ruidos que nos molestan o nos mantienen despiertos por la noche. Y con razón. El ruido es reconocido como la segunda mayor amenaza ambiental para la salud pública, después de la contaminación del aire (OMS, 2011), consumiendo lenta pero constantemente años de vida saludable en todo el mundo. Se estima que el 20% de la población europea ¬-más de 100 millones de personas- (AEMA 2020), y un número similar de la población de los Estados Unidos (Hammer et al., 2014) están expuestos a niveles de ruido peligrosos para su salud. Aunque estos números no están disponibles para otros continentes, en Chile, la última Encuesta Nacional Ambiental (MMA 2020) clasifica la contaminación acústica como el tercer problema ambiental más importante, después de la contaminación del aire y la basura.
Cartel en la comuna de Las Condes (Santiago de Chile). Foto: Caroline Stamm.
Sin embargo, no todo sonido es ruido. ¡Piensa en una calle bulliciosa, un festival al aire libre o un paseo matutino por el parque, lleno de sonidos que reflejan la vida cotidiana! El sonido puede relajar y energizar a los usuarios de la ciudad, guiarlos, hacerles saber si están seguros y animar los espacios públicos, contribuyendo a la experiencia y la memorabilidad de nuestras ciudades. Las actividades que producen sonido, incluyendo la movilidad, el turismo, las actividades culturales y económicas, muestran lo que las ciudades tienen para ofrecer a residentes y visitantes, y son una parte crucial de las identidades y culturas locales. Una vida urbana saludable y feliz permite a las ciudades equilibrar habitabilidad y vitalidad, combinando hogares, lugares de trabajo, de ocio y otros servicios urbanos. El sonido, por lo tanto, puede considerarse más bien un recurso urbano. Este es un tema universal que se aplica a las ciudades tanto del norte global como del sur global, ya que todos tenemos derecho a ciudades que suenen mejor, cualquiera que sea la definición de “mejor” en diferentes culturas, países y contextos, lo cual debe ser discutido y negociado entre las diferentes partes a escala local. Un enfoque meramente negativo del sonido –considerándolo solo como ruido, una molestia a mitigar– será insuficiente para incluir también formas de mejorar los aspectos de la experiencia urbana y la calidad de vida. Tal enfoque, centrado en los decibelios y en “silenciar” la ciudad, ha restringido efectivamente conversaciones más matizadas sobre el sonido urbano en la planificación, el diseño y el urbanismo en general, y cómo el sonido está íntimamente ligado a las nociones de convivencia urbana.
Niños corriendo en la inauguración de Terrasses Roy, Montreal (2017). Foto: Christine Kerrigan
Sonido en la práctica urbana
Los enfoques centrados en los sentidos han ganado impulso en la práctica urbana, pero siguen dominados por el enfoque en la vista, con una atención comparativamente menor a la dimensión sonora de la experiencia urbana (Bild et al 2016). Sin embargo, introducir intencionalmente consideraciones sonoras en la práctica de los profesionales del ámbito urbano no traerá estrés adicional a una profesión ya sobrecargada e infravalorada. Por el contrario, un estudio reciente en Quebec (Tarlao et al., 2024) ha demostrado que los profesionales del ámbito urbano se involucran con el sonido más de lo que creen, y más allá de sus colaboraciones directas con ingenieros acústicos para simplemente respetar las regulaciones de mitigación del ruido. Más bien, sus decisiones cotidianas sobre la forma urbana o los usos casi siempre influyen en la dimensión sonora de la experiencia urbana. Incluso si no siempre se abordan explícitamente las dimensiones sonoras, decisiones como, por ejemplo, reducir los límites de velocidad por seguridad o promover el uso de autobuses y coches eléctricos, también conducen a una reducción de los niveles de sonido, y las decisiones de crear zonas peatonales crean, si no más silenciosos en sí, entornos sonoros más agradables y vibrantes para sus usuarios, en línea con los usos y actividades deseados o previstos.
Desarrollar una conciencia más explícita de las implicaciones sonoras de los diseños y las decisiones urbanas sobre el uso y la experiencia tiene muchos beneficios a corto y largo plazo. Piensa en los recientes esfuerzos para integrar el “agente de cambio” en la ley de planificación en varios estados australianos (Darchen et al. 2023) y, en 2018, en el Reino Unido. Este principio permite salvaguardar los usos existentes de un vecindario al introducir nuevos y poner la responsabilidad en el “agente” que introduce estos últimos para gestionar sus efectos. Así, ya sean lugares musicales o edificios residenciales, los usos que estaban allí primero tendrán prioridad sobre nuevas intervenciones, protegiendo la vitalidad o habitabilidad existente de un lugar al mismo tiempo que fomentar una convivencia sonora informada. En la práctica, construye un nuevo edificio de condominios junto a un club establecido y deberás invertir en proteger a tus futuros inquilinos de la posible exposición al ruido; de manera similar, construye un nuevo club junto a una zona residencial, y deberás invertir en insonorizar tu club para no molestar a los residentes existentes. Este tipo de política está destinado a permitir la convivencia consciente de diferentes usos, e implica una comunicación intencional sobre el sonido y el uso para evitar quejas, arreglos costosos o el cierre de lugares queridos.
Concierto de barrio en el distrito Plateau Mont-Royal (Montreal). Foto: Daniel Steele
Sonido, práctica urbana y participación ciudadana
Considerando que el momento actual es hacia la participación de los diversos actores de los proyectos en el proceso de toma de decisiones para construir espacios representativos y socialmente aceptados, estas conversaciones deben incluir el sonido, explícitamente. Los usuarios de la ciudad tienen conocimiento sobre varias dimensiones de sus experiencias vividas y necesidades y, aunque las personas no siempre (o aún) sepan cómo articular lo que quieren sonoramente, a menudo reconocerán lo que no quieren o les gusta a medida que lo experimentan. Efectivamente, puede que les guste cómo se ve un nuevo parque, pero si lo colocan junto a una calle concurrida sin protección contra el sonido, no querrán usarlo para relajarse; si construyes un nuevo edificio residencial con hermosas comodidades, pero usas solo materiales reflectantes que harán que cualquier conversación u otra actividad doméstica se escuche en todo el edificio, las personas no disfrutarán de su vida diaria. Estos errores al incluir la relación entre sonido y uso muchas veces llevarán a quejas y arreglos costosos que podrían haberse evitado; por ejemplo, las barreras de ruido cuestan millones de dólares por kilómetro para construir, reacondicionar el entorno y la infraestructura a su alrededor, y casi tanto para mantener, y las quejas por ruido pueden movilizar a las comunidades y presionar a los responsables de la toma de decisiones para cancelar planes que a menudo ya han costado miles o millones de dólares a las ciudades. Por el contrario, usar el sonido como un elemento intencional del diseño urbano a través de, por ejemplo, intervenciones sonoras en espacios públicos en Montreal ha demostrado mejorar la experiencia del espacio público, reforzar el propósito del diseño urbano, haciendo que los espacios suenen mejor (no solo menos mal) y, en última instancia, creando vínculos nuevos y más fuertes entre los usuarios y sus espacios (Steele et al. 2019; Steele et al., 2021, Guastavino et al 2022).
Fomentar la implicación en comunicaciones relacionadas con el sonido entre los diferentes actores (y en particular los miembros de la comunidad) puede hacer que las personas se sientan representadas, que sus preocupaciones y necesidades sean escuchadas, aumentando así la aceptación y apropiación (Carmona, 2010) de los espacios urbanos por parte de esas comunidades, lo cual viene generalmente con la participación. Si estas conversaciones se tienen antes, como parte de un proceso participativo genuino que busca fomentar la convivencia sonora como parte de los objetivos más amplios de convivencia urbana, los resultados serán más exitosos: menos costosos, integrados en la comunidad, sonando mejor.
Proceso de diseño colaborativo de espacios públicos (participación de actores). Place des Fleurs de Macadam (Montréal). Foto: Coline Maigrot
Y aunque esto pueda tener sentido, aún te puedes preguntar: ¿cómo se aplica esto a MI ciudad? Reconocemos que en muchos contextos geográficos, la orientación y las directrices de planificación son con frecuencia demasiado abstractas cuando se trata de sonido/ruido, lo que permite soluciones que llegan generalmente bastante tarde en el proceso y que, desde una perspectiva convencional de “el sonido como una molestia a mitigar”, hace que la implementación sea vaga o engorrosa. También sabemos que las ciudades están en diferentes niveles cuando se trata de abordar el sonido y que los profesionales del ámbito urbano piensan en el sonido de diversas maneras, desde un simple elemento para marcar en una lista de factores urbanos hasta un elemento integral de la experiencia urbana que debería pensarse en las primeras etapas de la planificación (Steele et al. 2023).
Ciudades europeas como Londres han desarrollado planes de acción integral sobre ruido y paisajes sonoros que también consideran los efectos positivos de los sonidos (Estrategia de Ruido de la Ciudad de Londres – Corporación de la Ciudad de Londres), o Lyon, que cuenta con un observatorio de ruido y sonido (Acoucité – Observatorio del entorno sonoro de la Metrópolis de Lyon). Montreal es el laboratorio vivo del proyecto Sounds in the City, una iniciativa única en América del Norte, que reúne a académicos, profesionales que moldean las ciudades, artistas y comunidades para repensar el papel del sonido en los espacios urbanos. Sounds in the City trabaja en desarrollar soluciones para que las ciudades suenen mejor, capacitando a una primera generación de facilitadores y educadores de paisajes sonoros y desarrollando herramientas, intervenciones sonoras y enfoques de investigación que pueden ayudar a apoyar a los profesionales del ámbito urbano. Finalmente, en Chile, aunque el sonido se está abordando actualmente desde la perspectiva tradicional de mitigación del ruido (Campos et al., 2021), un equipo interdisciplinario ha iniciado recientemente un proyecto de cuatro años financiado con fondos públicos que tiene como objetivo complementar los estudios existentes de mediciones acústicas en Santiago de Chile con investigaciones sobre la percepción del ruido y del sonido por parte de los habitantes. Aunque está todavía en sus inicios, el proyecto responde a la necesidad de agregar perspectivas de ciudades del sur global. La dimensión del sonido podría ser una prioridad más explícita en el trabajo de los profesionales del ámbito urbano en el sur global, donde todavía hay pocas investigaciones y políticas centradas en el paisaje sonoro en el área, aunque el ruido es la principal fuente de conflictos locales (Stamm y Ulloa, 2023). Nuevas metodologías y datos pueden ayudar a dichos profesionales a comprender mejor sus propias realidades sonoras a escala local y considerar los paisajes sonoros en su futura práctica.
Plaza Juan XXIII (Santiago de Chile). Foto: Edda Bild
Si bien estos son solo ejemplos de diferentes partes del mundo centrados en la práctica urbana sonora, argumentamos que vos, como profesional del ámbito urbano, sabés y haces más sobre el sonido de lo que pensás. Ya hablás con la gente sobre otras cosas (transporte, seguridad, etc.), y algunos de estos temas ya tocan el del sonido. Queremos fomentar una mayor conciencia sonora y agregar el sonido como un tema explícito en esas conversaciones. El sonido es omnipresente y está entrelazado con todas las dimensiones urbanas que ya tenés en tu trabajo cotidiano: cada uso del espacio produce sonido y, por lo tanto, cada decisión urbana impacta el entorno sonoro. Ya planificas para el uso del espacio, y las personas llevarán a cabo las actividades que creen que se ajustan a las expectativas que tienen de sus diferentes entornos, incluido el sonido. Como profesionales del ámbito urbano, es parte de nuestro trabajo acompañar a los usuarios de la ciudad a través de procesos participativos. Y es parte del trabajo de los facilitadores de paisajes sonoros acompañarte como profesional en este proceso de aprender a preguntar eficazmente sobre las necesidades y experiencias sonoras y las expectativas. Discutir explícitamente las consideraciones sonoras llevará a abordarlas de la mano de esas otras consideraciones, resultando en un entorno que suena mejor y que se ajustará a todas las necesidades de las comunidades, no solo a las sonoras.
Sonido y comunicación
Si te llevas una sola cosa de esta lectura, es que no se trata solo de decibelios, sino, fundamentalmente de las experiencias vividas del sonido –que pueden coincidir con los niveles de decibelios, pero no pueden ser completamente representadas por los números. Un concierto en la calle puede ser tan ruidoso –en decibelios– como una autopista, pero los efectos en los usuarios urbanos serán muy diferentes. La conclusión más importante es que, independientemente de en qué etapa esté una ciudad en su proceso de integrar entendimientos más matizados del sonido en las prácticas de planificación y diseño, ya sea París, Montreal o Santiago de Chile, no se trata de desarrollar ideas universales que sean fácilmente transferibles, sino más bien de desarrollar formas de aprender sobre el contexto local y sus necesidades: al final del día, todo se trata de comunicación. Puede que aún no sepas cómo hablar sobre el sonido, ni tampoco lo sepan los otros actores, pero personas como los facilitadores de paisajes sonoros pueden guiarnos a través del proceso y entregarnos las herramientas necesarias. No siempre hay que esperar políticas o requisitos legales para enmarcar la acción; la clave es encontrar formas distintas de pensar, y pasar de considerar el sonido como un subproducto a verlo como una dimensión estructural de los espacios y de la convivencia. Involucrarse más intencionalmente con el sonido puede ayudar a los profesionales a ser líderes activos en el proceso de aprender sobre el sonido para los usuarios urbanos, trabajando hacia comunicaciones efectivas sobre necesidades sonoras, experiencias y expectativas, y así tendremos menos quejas, menos arreglos costosos y ciudades sonando mejor.
Referencias
- Bild, E., Coler, M., Pfeffer, K., & Bertolini, L. (2016). Considering sound in planning and designing public spaces: A review of theory and applications and a proposed framework for integrating research and practice. Journal of Planning Literature, 31(4), 419-434.
- Campos, A., Raimann Arias, F., & Gonzáles Padilla, P. (2021). Bibliographic review of socio-economic effects of environmental noise for public policies in Chile. INTER-NOISE and NOISE-CON Congress and Conference Proceedings, 263(2), 4028–4036. DOI
- Carmona, M. (2010). Contemporary public space, part two: Classification. Journal of Urban Design, 15(2), 157-173.
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