Entornos urbanos sanos y productivos

Fernando Dalmasso

martes, 6 de agosto de 2024  |   

En el abordaje estratégico de la salud pública existen diferentes enfoques: la salud preventiva, la salud curativa y la salud paliativa. La salud preventiva tiene como una de sus características que no puede medirse en forma estadística respecto de sus resultados, salvo cuando se la contrasta con la demanda de las otras dos; es decir, si invertimos en salud preventiva, en el mediano y largo plazo veremos, sin dudas, una baja en la demanda de salud curativa y por consiguiente en la salud paliativa. Esto conlleva un peso menor para los fondos públicos y un mejor estándar de vida para la población, reduciendo la presión sobre los estados en tanto proveedores de medicamentos, servicios médicos y costosas instalaciones de salud de diferentes complejidades.

Dicho esto, y siendo el urbanismo la especialidad que más interacciones permite entre arquitectura, sociedad y Estado, se deduce que tiene un rol básico dentro del esquema de salud de la población. Mejores viviendas y mejores entornos son factores determinantes de una mejor salud física y mental.

El concepto de urbanismo sostenible es muy amplio, implica numerosas intervenciones en campos tan amplios como la salud, la educación, la planificación, el proyecto y la construcción, todos ellos amalgamados por las políticas públicas y dando un nuevo enfoque a la posición y el rol del Estado, no como mero proveedor, sino como articulador de las capacidades y esfuerzos de la población. 

No se trata de “dar”, sino de impulsar el desarrollo humano para generar entornos urbanos sanos y productivos, autónomos, sustentables en su gestión y en su multiplicación. No se trata de proyectar enormes conjuntos de viviendas de bajo costo y dudosa inserción en los tejidos urbanos, sino de insertarse dentro de esos tejidos y reproducirlos hasta cubrir las necesidades de vivienda existentes.


Edificaciones habitacionales en el Complexo de Alemão, Rio de Janeiro, incluidas en el PAC Urbano. Fuente: web Jorge Jáuregui

Este artículo intenta ser un disparador de un tema extremadamente abarcativo, ya que profundizar en el mismo requerirá de equipos interdisciplinarios altamente profesionalizados y una planificación que excede largamente lo aquí vertido.

Consideraciones generales sobre el abordaje tradicional de la vivienda social
El siglo XX fue prolífico en planteos y abordajes de la temática de la vivienda social, y también de la planificación urbana. Especialmente interesantes son algunos emprendimientos en Brasil (Itaquera-San Pablo) y Colombia (Medellín), por su identificación latinoamericana y por aportar enfoques que salen de la visión europea de posguerra. Estos casos (excepcionales) han tenido en cuenta, además de la problemática urgente de la vivienda, la problemática de la inclusión, integración y ascenso social a mediano y largo plazo.

Respecto al grueso de los desarrollos urbanísticos de vivienda social, se han podido identificar algunos problemas que tomaremos como experiencia para que no se repitan en posteriores emprendimientos de desarrollo urbano sostenible:

  • Ubicación periférica. Se tiende a generar emprendimientos en la periferia de las ciudades, y si bien eso no es por sí mismo un problema, requiere operar sobre los medios de transporte público, vías de comunicación y otros puntos.
  • Monofuncionalidad. La generación de desarrollos enfocados exclusivamente en vivienda opera como una barrera para la integración, al impedir la diversificación de usos que se observa en el tejido urbano de desarrollo espontáneo, y, por lo tanto, marcando diferencias y generando dificultades.
  • Ruptura tipológica. Los desarrollos de vivienda social tienden generalmente a generar su propia tipología, muchas veces profundizando las diferencias con el tejido urbano, al que referimos en el punto anterior.
  • Espacios libres sin usos definidos. La aparición de lotes “vacíos” previendo espacios verdes o plazas, no logra generalmente su objetivo porque no genera el necesario sentido de pertenencia y propiedad de los vecinos, por lo tanto, quedan en un estado de abandono y muchas veces generan efectos indeseables como basurales o usurpaciones para explotaciones particulares.
  • Sectorización de usos. Ligado a la monofuncionalidad, la imposibilidad de generar la mixtura de usos que tiene cualquier barrio de la ciudad profundiza los efectos negativos.
    Disociación de la red vial. Genera aislamiento y dificulta la integración urbana.
  • Uso repetido de tipologías. La generación de una “tipología vivienda social” no es deseable a los efectos de integración que se buscan.

Como podemos ver, la cuestión no se reduce a proveer una vivienda con ciertos estándares mínimos de calidad a quienes viven en condiciones de extrema vulnerabilidad, sino a trazar una estrategia completa de integración social.

Criterio de sostenibilidad
Según la RAE, una situación “sostenible” es aquella que se puede mantener por largo tiempo sin agotar recursos o provocar graves daños al medio ambiente (un término usado en ecología y economía). Si trasladamos este concepto a nuestra propuesta, podemos hablar de diferentes situaciones de sostenibilidad:

  • Sanitaria: como comentamos al principio del artículo, lo deseable sería priorizar la inversión en salud preventiva. Dentro de este amplio concepto, no sólo se encuentran las campañas de información y educación sanitaria, la promoción de hábitos saludables y las estrategias para desalentar las conductas perjudiciales para la salud. En un sentido más amplio y abarcativo, deben incorporarse los conceptos de vivienda sana y entorno saludable y considerarse las estrategias para lograrlo, desde las infraestructuras de desagües y la gestión de residuos hasta los materiales, instalaciones, carpinterías; desde el diseño de cada vivienda hasta los espacios verdes y circulaciones, teniendo en cuenta tanto la salud física como la mental.
  • Social: buscando generar un tándem o círculo virtuoso entre educación y trabajo, objetivos que deben retroalimentarse mutuamente a lo largo del tiempo, generando un desarrollo cultural (entendido como “cultura familiar”, el conjunto de costumbres, usos, modos y mandatos que generan el universo de cada hogar y definen el comportamiento de sus individuos cuando deben interactuar con otros individuos) que tienda a la autonomía económica e independencia intelectual de todos.
  • Económica: con la educación se generan las condiciones para el desarrollo económico de cada hogar; y con la planificación del hábitat, en particular con el proyecto adecuado de las viviendas y demás construcciones, se reducen los costos de mantenimiento y con ello, la presión económica de costos fijos.
  • Energética: nuevamente, el adecuado uso de recursos proyectuales y tecnológicos, aun cuando implica un mayor costo inicial, se compensa ampliamente con los beneficios generados por una baja demanda energética de las unidades construidas, lo cual impacta favorablemente tanto en el aspecto económico como en el ecológico.
  • Laboral: la capacitación de los adultos en oficios relacionados con la construcción permite que la primera inserción laboral sea en la modalidad de “construcción asistida”, es decir que brinda al mismo tiempo una imprescindible capacitación y la posibilidad de hacer una primera experiencia laboral en un entorno contenido.
  • Ambiental: como parte de un proyecto urbano integral, se deben abordar temas como la utilización de materiales de bajo impacto ambiental, la gestión de residuos y, a través de un adecuado proyecto, la maximización de terrenos absorbentes para solucionar cuestiones de fondo tales como preservación de la tierra y adecuado drenaje para evitar inundaciones y otras situaciones indeseables.
  • Territorial: esta propuesta debe, necesariamente, considerar cuestiones tales como la utilización de terrenos públicos ociosos o subutilizados, la apertura de calles, avenidas y otras vías de comunicación, la ejecución de sistemas de drenaje, etc. convirtiéndose en una herramienta de ordenamiento territorial.

Una propuesta: la célula urbana
La propuesta que aquí se presenta está basada en un concepto celular a partir de módulos básicos que luego puedan agruparse y multiplicarse para formar urbanizaciones de diversa extensión. La mixtura de usos es parte del concepto básico, ya que el resultado deseado es generar un tejido urbano que pueda eventualmente integrarse con el tejido existente hasta lograr que sea imposible reconocer uno u otro. 

Por esta razón, dichas células deben incluir, además del uso original de vivienda, espacios comunitarios para educación, esparcimiento, producción, desarrollo y usos comerciales de escala barrial. Deberá desarrollarse un universo de células con usos variados o con preminencia de unos sobre otros, que podrán combinarse hasta lograr generar un hábitat sustentable y apto para el desarrollo de la sociedad. 

La implementación de todo este proceso, que comprende necesariamente etapas de relevamiento, diagnóstico, planificación, licitación y ejecución de infraestructura básica, formación de recursos productivos y licitación y ejecución de las células propiamente dichas, debe desarrollarse desde equipos multidisciplinarios que incluyan profesionales del derecho, economía, salud (física y mental), arquitectura, ingeniería, recursos humanos, etc. Cuando hacemos referencia a la salud (física y mental) lo hacemos pensando en que el concepto de “salud preventiva” debe ser parte del desarrollo urbano, por cuanto se trata de oportunidades de gran escala para implementar dicha estrategia. Por estas razones, considero necesaria la creación de organismos administrativos específicos para gestionar la iniciativa.

La célula o módulo básico debe estar conformada por un núcleo, compuesto por una manzana que albergue un centro educativo (tanto para niños como para adultos), salón comunitario para usos múltiples, espacio para recreación y deportes y espacio para actividades productivas compatibles con los usos de vivienda; alrededor de este núcleo se desarrollarán varias manzanas con viviendas y comercios de pequeña escala, constituyendo de esta manera una Unidad Urbana de Desarrollo Sostenible.

El núcleo barrial es el primer desarrollo de la célula, por cuanto debe cumplir la función de amalgamar el conjunto social que luego lo habitará; formar los recursos humanos primarios (oficios relacionados con la construcción, con el mantenimiento, con el trabajo en los desarrollos productivos, etc.); funcionar como centro de reuniones informativas y sociales y funcionar como centro recreativo, deportivo y productivo de la célula, quizás utilizando la modalidad de incubadoras.

Las viviendas no deben responder a un “modelo único” sino que es deseable proponer opciones variadas para su abordaje, contemplando algunas premisas básicas que podrían resumirse en:

  • Utilización de materiales de bajo impacto ambiental y alta eficiencia.
  • Priorización de criterios de diseño de eficiencia energética y ambiental.
  • Previsión de clasificación y separación de residuos.
  • Instalación de digestores de residuos orgánicos y captación de agua de lluvia.
  • Posible implementación del uso de energías alternativas renovables.

La infraestructura de servicios de cada célula debe ser definida por el organismo promotor, pero no debería ser inferior a la provisión de electricidad, agua potable, gas y drenajes cloacales y pluviales. Paralelamente deben desarrollarse redes de transporte público y circulación vial.

Conclusiones
Independientemente de la implementación, hay una serie de conceptos que deberían orientar a toda la gestión de esta estrategia de urbanismo sostenible, que son su razón de ser y han guiado su concepción.

En primer lugar, el reconocimiento del Estado como promotor primario de estrategias de desarrollo urbano (y humano), tomando un rol activo y protagónico en el desarrollo profundo del tejido social; evidenciando el trazado de ejes claros tales como trabajo, vivienda y educación (cultura del trabajo y ascenso social).

En segundo lugar, la regularización territorial implica efectos colaterales positivos, tales como el sentido de pertenencia, incremento de la seguridad ciudadana (por varias razones, tales como menor disconformidad social; mayor contención de niños y adolescentes; generación de objetivos sociales, familiares e individuales en una misma línea; mayor accesibilidad a bienes y servicios), ampliación de las perspectivas de desarrollo individual y colectivo, etc.

En tercer lugar, el cuidado de los recursos naturales, tanto en el uso del suelo (regulación de superficies absorbentes, nivelación y forestación planificada, etc.); como en la gestión de residuos (separación, disposición de residuos orgánicos en digestores para fertilización del suelo sin agroquímicos, reciclaje de plásticos y metales, etc.); uso responsable de la energía (generando edificios con bajos requerimientos de climatización e iluminación; y eventualmente proponiendo la utilización de sistemas alternativos para generación de energías renovables); utilización de materiales de bajo impacto ambiental, etc.

En cuarto lugar, el carácter modular o celular de la estrategia permite flexibilidad al momento de cuantificar su alcance, ya que puede implementarse a partir de pequeños emprendimientos y escalar eventualmente hasta llegar al desarrollo completo de amplias zonas urbanizables. También permite que esas células desarrollen una suerte de identidad propia, adaptándose al tejido en el cual se inscriben, evitando varios problemas de las urbanizaciones sociales tradicionales respecto a su identificación visual, masificación y negación de identidad barrial.

Por último, proveer a los ciudadanos de herramientas útiles para su autonomía económica, generando el concepto de inversión social en reemplazo de gasto social, asegurándose que los recursos se destinan a generar un mayor crecimiento de la economía vía la inclusión de una gran cantidad de personas que hoy se encuentran en situaciones de extrema vulnerabilidad, con el consiguiente ahorro de recursos públicos a futuro. 


Bibliografía

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