Entrevista | Tramitaciones y roles profesionales
Carlos Del Franco
- ¿Cómo es la trayectoria que te lleva a redactar los tres primeros capítulos de esta propuesta de código?
Mi experiencia de muchos años en la actividad gremial me ha dado una visión de los dos lados del mostrador, porque he escuchado a la gente del Gobierno de la Ciudad y he trabajado con ellos en algunas oportunidades, y también trabajé con los colegas en la acción gremial o en la de control del Consejo Profesional.
Pero mi primera aproximación fue a través de la actividad profesional cotidiana, que me llevó a hacer cuestionamientos internos a la codificación existente. Estaba en contra de ciertas arbitrariedades, ciertas incoherencias y la falta de libertad proyectual, ése era el sentir de muchos de mi generación.
- ¿Qué observaste que te lleva a proponer estos tres cambios fuertes sobre el registro único, la graduación de las obras y los nuevos roles profesionales?
Primero advertimos que en la ciudad había un cambio importante en los modos en que la gente vive y que el parque edilicio existente y el que se construya debe acompañar, reconociendo los PH, las reformas de departamentos, los asentamientos marginales, la recuperación de instalaciones industriales o de servicio con cambio de uso.
Toda una conflictividad por falta de consideración reglamentaria, mitigándola con su reconocimiento y evitar la obra clandestina, que se hace inexorablemente más allá de las autoridades.
El registro único tiene fundamentalmente un rol de control. Si la información está dispersa es muy difícil controlarla. Es el paso más importante en el capítulo uno. El otro tema a tratar para evitar la obra clandestina, en un PH por ejemplo, era la necesidad de conseguir el 100% de las autorizaciones de los propietarios. Lo que sucede en realidad es que la obra se hace a despecho de lo que quiere el consorcio, o termina en conflicto. Era necesario darle un marco de control a ese tipo de obras, y por eso propusimos el aviso de micro-obra en el capítulo de procedimientos, apuntando a que un profesional, sin proyecto público y solo con su matrícula, pueda respaldar este tipo de obras, achicando riesgos, brindando más seguridad y resultando en una mayor calidad del producto. Esto es un punto clave para todo lo que es el “chiquitaje” de la ciudad. Lo difícil de cuando se legisla es dónde se pone la línea divisoria: ¿estás en un caso o en el otro? Por eso en nuestra propuesta, para todo incremento de la superficie de hasta 50m2 se considera micro-obra, o 250m2 para las obras con PHs grandes.
De esta manera le das el marco al conflicto otorgándole el nombre de micro-obra. No es necesario aprobar planos o estructura, simplemente se asume que el profesional, que está sujeto al código civil, toma las precauciones correspondientes.
- ¿En qué posición queda el arquitecto con esta propuesta?
El Consejo viene planteando desde hace varios años una nueva visión de ciertos roles profesionales, y fundamentalmente el de Director de Obra. Pasamos del Director “superman” a uno con la misma autoridad pero restringida a la realidad constructiva, comercial, etc. A partir de este cambio en la concepción de las responsabilidades, y vista la jurisprudencia que había sobre el tema, nos pareció importante profundizar en la cuestión legal y en el rol del constructor. Por eso, en la división del expediente en dos partes (el de aprobación y el de obra de ejecución) propusimos un paso más: generamos un acto legal que formaliza la responsabilidad del constructor: el acta de inicio y posesión. Con esto el Director de Obra queda como garante, pero no como responsable.
En los últimos tiempos en el Consejo nos han llegado pedidos de colaboración en la justicia, o por las partes, en situaciones en las que por una cuestión menor se condenaba al DO y no al constructor. Recuerdo un caso en que se lo condenaba por un pequeño incendio en un obrador durante la noche. Y había muchos otros casos, por ejemplo obras que habían ya terminado y que por alguna circunstancia no había aun un final de obra, y el único que quedaba pegado con su firma era el DO y eventualmente el proyectista, teniendo que hacerse cargo de cuestiones constructivas que no le eran inherentes, y con valores importantes. O casos en los que la empresa constructora ya no existía, porque era del fideicomiso que se armó para eso, con gremios separados; y siempre el que queda a cargo de todo, a la cabeza de todo es el que está en el cartel de obra.
Por eso en esta acta de inicio y posesión que proponemos, está de testigo el inspector municipal que corresponde, notificándose de que la obra está en manos del constructor.
- ¿Por qué creés que este problema, que tiene larga data, tardó tanto en pensarse?
En mi opinión hay una cuestión narcisista de los profesionales. Es decir, el profesional es la máxima autoridad de la obra, el rey, el que manda, el que dirige. Y al final del camino, la obra es más bien un conjunto de voluntades que deben ser conducidas, y coordinadas y no necesariamente por un sistema omnímodo. Lo que proponemos no significa restar responsabilidad: si el director de obra entiende que debe reemplazar personal de la obra puede hacerlo, o puede exigir que algo sea reconstruido; es decir, sigue teniendo todas las atribuciones que le corresponde. Pero la única manera de asumir las responsabilidades como esta especie de “dios en la construcción”, es vivir literalmente en la obra, y nadie nos paga por hacer semejante tarea. Este es uno de los puntos significativos de los cambios que proponemos.
El otro punto es tratar de incluir dentro de la noción de responsabilidades compartidas al representante técnico, algo que en el actual Código de Edificación no está. Es un rol muy importante que debe estar en la nómina de roles profesionales, porque en la medida en que la tarea constructiva es un hecho comercial, y el rol puede ejercerlo cualquier ciudadano que no esté inhibido, debe asumir la responsabilidad técnica de un constructor, con incumbencia.
Otro tema que no es menor es el procedimiento paso a paso. Lo que viene ocurriendo es que al presentar el expediente, se exigen las cinco o seis firmas de la carátula, cuando aun no se han definidos luegos un problema despegarte de las que no te corresponden para quedarte con la de tu propia responsabilidad. Entendimos que la mejor forma de resolver esta cuestión es que cada uno firmara por la parte que está de verdad realizando. Que el proceso de producción del expediente coincida con el proceso de construcción del proyecto. No se empieza proyectando el sótano o el tanque de agua: la obra tiene una lógica. Primero es necesario un anteproyecto antes de un proyecto o una estructura.
Y esta no es una experiencia exclusiva nuestra, la Legislatura de Rosario tiene muy claramente estipulados estos pasos con una ordenanza. Miramos mucho la filosofía con la que está pensada. Tiene cerca de 8 años, y avanzaron muchísimo en el tema de los expedientes por medios digitales. En Rosario los arquitectos prácticamente no se mueven de su estudio.
Este paso a paso que proponemos, además, da derechos: seis meses que te garantizan que lo que está aprobado es válido. Y si es necesario renovar otros seis meses, es posible. El trasfondo para proponer esto es la posibilidad de captar inversores, algo que es clave. Teniendo un expediente que se maneja desde el principio con un anteproyecto de arquitectura, cuatro certificados fundamentales para entrar en el registro y algunas cosas más, se puede salir a vender. Aunque seis meses no sean mucho tiempo, nuestra referencia es la histórica del certificado de uso conforme, y de otras garantías de ese plazo. Y también proponemos que en el caso de que el GCBA no conteste en un plazo de 10 ó 30 días, dependiendo de la magnitud de la obra, se asume como aprobado, para así poder comenzar a vender, a avanzar con la estructura, y con todo.
Y por último, quisimos apuntar a resolver los problemas de la obra chica, que es la que más conflictos genera al consejo (los problemas de ética que llegan son de obras de alrededor de 200 m2, y no de 20.000 como puede suponerse). Armamos entonces una segunda línea de obras de hasta 1500 m2, de 100 para las obras que hacían aportes a la cuestión ambiental, de 500 para las normales que requerían para obtener el permiso firmar el acta de inicio y posesión y comenzar la obra con menos documentación que la que requiere la obra grande. Lo cual no quiere decir que no tenga que completarla la documentación en un paso posterior. Todo esto te permite que, en vez de pasar un año penando por una ampliación o una obra de 300 m2, que se resuelva en 10 días.
Esto le permite trabajar más fácilmente a arquitectos jóvenes.
Sí, por supuesto.
- Trabajaron en este aporte para el nuevo código sin el Gobierno. ¿Fue bueno, era necesario?
Yo pienso que era imprescindible trabajar sin el gobierno. En un momento del recorrido, es necesario fijar posición y principios. El Gobierno de la ciudad no es el enemigo pero sí el adversario, no es posible trabajar con él. Por supuesto hay que debatir con el adversario, en base a tus principios y a los de él, pero… el GCBA tiene como rol cuidar a los ciudadanos, pero en ese cuidado se auto-involucran para no caer ellos mismos en las responsabilidades.
Para terminar quiero mencionar la coautoría del Dr. Raul Navas en la redacción del articulado 1 a 3 quien con su larga experiencia en la gestión del expediente realizó importantes aportes al tema.