Catalogacionismo
Carolina Telo
El punto de partida del catalogacionismo es un set genérico de variables y su régimen de variación. Determinista y a la vez abierto, dicho set carece de intrincación en favor de una estructura clara y maleable. Su ambición es tan universal como fundacional: busca fundir las bases del racionalismo moderno con las del pensamiento computacional. Las variables se encuentran enlazadas entre sí en un régimen de inter-determinaciones internas, capaz de abordar y mediar cualquier problema arquitectónico específico. No son expandibles ni reductibles: trabajan juntas como los componentes finitos de una mezcla material en estado fluido, cuya viscosidad la define. Y son tanto autónomas como vinculadas entre sí: permiten la manipulación independiente de cada una así como desencadenan efectos globales, relativos a su modalidad relacional. Una vez establecido el set, las variables operan en un campo de gradaciones. Se trata de un plano organizado a través de dos ejes cartesianos que estría transitoriamente lo que en estado latente es la simple variación continua: una plataforma que establece un orden para que lo local tenga su lugar, controlando, mediante la catalogación, oportunidades particulares inesperadas.
Trabajando con determinaciones simples, un régimen de esta índole se construye a través del calibre de la variación de las variables y la evaluación sensible de sus efectos globales. La plataforma catalogacionista facilita el gobierno diestro a través de permutaciones simples, partiendo del control instrumental y orientando progresivamente sus capacidades hacia la intensificación de cualidades. Los extremos mínimos y máximos, que enfocan el rango de interés, establecen los umbrales de desviación y definen la resolución de la estriación que establece el grano del registro, se encuentran y luego se restringen, como parte de la construcción de una sensibilidad propia. Tan determinista como juguetona, la práctica catalogacionista define reglas sin condicionar su uso mediante estructuras formales prefijadas, y despliega comportamientos sin hacerlos converger en un único objeto.
La indexación de capacidades y propiedades dentro del conjunto mencionado permite establecer relaciones abiertas con problemáticas externas, asimilando determinaciones en un ensamblaje que se renueva y reconfigura su sentido manteniendo consistencia interna. Dando un paso al costado respecto del linaje determinista, el orden catalogado únicamente se limita a establecer conexiones, reduciendo las decisiones proyectuales al direccionamiento y ajuste de las tendencias de grado, y favoreciendo que las fuerzas construidas actúen por sí mismas. La deriva consistente que este estatuto implica no es, sin embargo, meramente indeterminada: la rítmica de iteraciones y ensayos calibra los términos del devenir y reconfigura las relaciones abiertas en un catálogo con una forma que le es propia. Para que la plataforma establezca su propia sensibilidad, el proceso de control del objeto resultante puede consumir más tiempo del esperado y volverse por momentos errático o sin sentido. Sin embargo, en un determinado punto, se constituye una forma que trasciende el estado de orden tanto del catálogo como de la organización indexada, en un estado nuevo cuya forma resulta suficiente para enrarecer a ambos sin violentarlos.
El catalogacionismo produce, de este modo, un objeto que se satura de cualidad a través del exceso de rigurosidad, intensificando tendencias e inflexionando curvas de comportamiento en principio lineales. Si el ordenamiento de la variación precede a la forma en una primera instancia, operando desde arriba hacia abajo, la catalogación es capaz de invertir su dirección, organizando emergentes siguiendo el criterio de sus propios ejes, desde abajo hacia arriba, de modo que se vuelve fácilmente accesible. El punto de llegada del catalogacionismo es la capitalización de lo producido durante la deriva, estableciendo en consecuencia un nuevo estado de orden, cuyas capacidades son a la vez rigurosas e inescrutables.