Matricialismo
Anna Font
Retículas diferenciadas de bloques de vivienda articuladas por circuitos continuos de circulación, archipiélagos compactos de torres de oficinas conglomeradas en los extremos de plataformas públicas espiraladas, ramificaciones concéntricas de rascacielos de cuatro alas de esbeltez verticalmente creciente: el espacio arquitectónico contemporáneo solo puede ser contenido (concebido, ordenado, descripto y finalmente entendido) según una matriz de matrices.
El matricialismo se propone abordar una construcción incremental y polifacética de complejidad organizativa mediada por el sentido y cargada de contenido. Se trata de una modalidad de la arquitectura en la época de la globalización que se ve definida por organizaciones formales de múltiples niveles de orden, operando en simultaneidad y según modelos de estructuración que conscientemente se oponen (mediante la superación, y no la crítica pendular) al efectismo desestructurado y al neopositivismo tecnocrático procedentes de las corrientes del digitalismo temprano (sedimentados en clichés formales comodificados) y de la desculturización resultante de la velocísima popularización de los recursos digitales (naturalizados como instrumentos, recursos, motivos y jergas). El matricialismo es considerado como un espacio inherentemente cultural que impulsa a la arquitectura desde dentro de la revolución digital sin mistificarla, hacia una hiperdisciplina cuya verborragia es embebida en una organización que, sin excesos pero con altísima riqueza y avidez, integra y sintetiza una gran variedad de contenidos y formas. El matricialismo desestabiliza los espacios de poder que se han desplegado en los últimos diez años en reacción regresiva a la idea de complejidad, y que han refugiado a la arquitectura dentro de una idea retrógrada de disciplinariedad, visualmente despojada y solo aparentemente historizada, distanciándose mientras tanto de los triviales y ciegos excesos de la digitalidad nerd o del formalismo rococó que acompañó tal reacción como su cara inversa. El matricialismo propone un nuevo estado de la arquitectura capaz de superar las constelaciones de ambos nichos feudales post-ideológicos.
El matricialismo se define como una construcción de consistencia interna hecha a partir de decisiones consecutivas no encadenadas de modo lineal, que organizan la contingencia y la vuelven intrínseca a un modo de orden cada vez más complejo y cada vez más sintético, haciendo avanzar el proyecto (y volviéndolo modelo) mediante la acumulación de masa crítica estructurada formalmente. El matricialismo despliega el espacio del proyecto y lo vuelve un medio explícito para la generación de novedad y singularidad, no solo a través de las soluciones que propone en tanto objeto, sino mediante la construcción de la forma específica del conocimiento que conduce hacia tales soluciones. Según esta premisa desnaturalizada de la idea de proceso, el estado físico de un modelo arquitectónico funciona como una matriz más entre varias, y no siempre la última de su serie. La construcción material y sus restricciones permiten expandir el proyecto matricial virtual y relanzar su campo de destrezas a un plano de mayor alcance, generando una complejidad compacta con la capacidad de auto-superarse.
En el desarrollo de un proyecto matricial yace una tendencia perpetua dirigida a la construcción de orden. Este orden es el determinado por los materiales que contiene la matriz y la relación que éstos establecen entre sí, pero es en el ordenamiento de dichas relaciones simples que se encuentra la posibilidad de cualificación de los materiales. Esta cualificación se desarrolla a través de cuatro matrices organizativas: una matriz de atributos, una de variación, una de evaluación y una de restricción. El loop continuo de cualificación mutua que éstas configuran produce excesos que devienen invenciones irreductibles a la simple inspiración o a la mímesis. Una matriz de atributos contiene dicho loop y le proporciona un medio para su retroalimentación y despliegue, dirigiéndolo hacia la construcción concreta de un modelo arquitectónico que no pasa por alto decisiones de jerarquía, escala, proporción, tipología o estilo, pero que libera a éstas de su inscripción en estatutos naturalizados. Una vez consolidados los atributos del proyecto, una matriz de variación pone en tela de juicio los valores establecidos dentro de los que los materiales se desempeñan, o las relaciones que desenvuelven, desnaturalizando los mandatos de causa-efecto y abriendo los atributos organizativos a la inter-determinación. La matriz de variación lleva de ese modo adelante la responsabilidad de construir problemas al mismo tiempo que soluciones, y lo hace en el seno de su condición matricial, que utiliza como marco de referencia y como sustrato mientras redefine sus contenidos y sus formas. En tercera instancia, una matriz de evaluación incorpora relaciones no determinadas y las vuelve proyecto, genera y controla efectos secundarios, los eleva mediante el exceso de cualificación y los calibra, constituyendo una condición no lineal que se expande por fuera de las premisas iniciales. Finalmente, una matriz de restricción normativiza el conjunto como construcción mediada de proyecto, consolidándolo como artefacto complejo en el mundo. Estas matrices no funcionan de manera independiente, aunque no se concatenan ni derivan una de la otra. En cambio, constituyen, mediante la interacción de sus formas y contenidos, una matriz de matrices en las que quedan inscriptas de modo simultáneo y co-extensivo.
Una matriz de matrices otorga sustrato a la producción y control de proyectos singulares que no por ello son metafóricos o particulares, proyectos conscientes de sí mismos y de sus antecesores que no por ello son teleológicos ni derivan linealmente de sus fuentes, proyectos capaces de integrar registros segregados en la práctica que no por ello son heterónomos: proyectos que son a la vez modos de práctica y cuerpos activos en el mundo, ni procesos abiertos ni objetos cerrados.