Límite y acceso
Valeria Gruschetsky
La Avenida General Paz desde una perspectiva histórica.
La avenida General Paz es mucho más que una vía de circulación para automotores, es también la infraestructura que define el borde terrestre entre la ciudad de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires. Esta concepción cristaliza en su doble acepción: es límite a la vez que acceso. En estos términos, cobra relevancia reflexionar sobre el proceso que significó su trazado, diseño y ejecución como parte del arco temporal que impone la materialización de ese borde jurídico en forma de avenida (1888-1941). Desde esta perspectiva planteamos dos momentos de análisis, el primero que remite al origen del trazado y, el segundo, que es definido por el proyecto y la ejecución de la avenida.
Ese primer momento permite articular los aspectos que estuvieron presentes en la definición del trazado a fines del siglo XIX y los procesos sinuosos que condujeron a su materialización cinco décadas después. La consolidación de ese límite no sólo respondió a los intereses jurídicos políticos que definieron la forma de la ciudad, sino que fue parte de un proceso que posibilitó el avance de la mancha urbana hacia sus bordes -entendido como expansión de las áreas edificadas o parquizadas con el desarrollo de infraestructuras y equipamientos- y la reducción de los tiempos de traslados a través de la proliferación y modernización de los medios de transportes.
El segundo momento se circunscribe a la materialidad de la avenida, donde se articulan los diferentes intereses que intervinieron en la realización de esta obra pública. En rigor, durante las décadas de 1920 y 1930 la cuestión vial en general y la vialidad urbana en particular cobraron relevancia. En la Ciudad de Buenos Aires, la vialidad estuvo signada por el aumento de automotores circulando, con la consecuente problematización del tránsito y la realización de una serie de obras de apertura y ensanches de avenidas. En este contexto se desarrolló un debate político y técnico, amplificado por las dificultades que también se generaban en todo el territorio nacional para la circulación automotor que colocó a la vialidad en la agenda estatal. En este clima cobró forma el proyecto y la construcción de la avenida General Paz que finalmente estuvo a cargo de la Dirección Nacional de Vialidad (DNV). El otro aspecto a considerar fue el crecimiento del Gran Buenos Aires hacia finales de la década de 1930. La avenida se materializaba en el momento en que ese entorno lindero con la Capital Federal comenzaba a crecer y a mezclarse en algunos de sus tramos desdibujando la traza jurisdiccional.
A principio de la década de 1940, la avenida General Paz había cobrado forma y representaba la imagen de un paisaje suburbano que respondía, tanto desde lo material como desde lo simbólico, a los ideales de una ciudad moderna y progresista como Buenos Aires: se conformó como un nuevo espacio para disfrutar de la velocidad del automóvil y de las vistas de los incipientes espacios verdes que la rodeaban. Sin embargo, esa imagen no era constante ni pareja. Si bien, en algún sentido, el paisaje se había homogenizado a través de la tipología del parkway adoptada en el diseño -había una cinta de hormigón armado que recorría sus 24, 5 km de extensión, en el que se alternaban cruces a nivel y bajo nivel con puentes de una estética moderna en algunos casos, y pintoresca, en otros-, el paisaje circundante de la avenida fue bastante heterogéneo durante esas primeras décadas. Recién bajo los gobiernos peronistas se desarrollarán los primeros planes de viviendas a su vera (1946-1955), así como la municipalidad, a través de la Dirección de Paseos, comenzará a ocuparse del mantenimiento y mejora de la parquización.
En síntesis, la tipología adoptada, en tanto parkway, conjugaba un paisaje, acorde a su función de límite, con un espacio de circulación ajustado a las necesidades del automóvil, acorde a su función de acceso. Y así, esta doble funcionalidad marcó su relación con el entorno. La primera respondió a las demandas de un municipio que lograba con la avenida configurar el “cinturón verde” que rodeara todo su perímetro terrestre, a la vez que contenía y respetaba la dimensión espacial que se había establecido en 1887. En cuanto a la segunda función, la de configurarse como el acceso anular a la ciudad, la impronta vial que le imprimió la DNV determinó que el vínculo con el entorno estuviese mediado a través de los accesos radiales que conectaban las rutas nacionales con la Capital Federal. De este modo, el proyecto de la avenida, a pesar de implicar conocimientos técnicos complejos e incluir diferentes saberes (ingenieros, arquitectos, urbanistas y paisajistas) se convirtió en el primer acceso a una gran ciudad realizado por la DNV, aunque tuvo como contracara la deficiencia que se generó en términos de comunicación vecinal entre un lado y el otro de la vía.