Llegar a la meta sin conflictos | Entrevista a Jorge Aslan

Victoria Aranda

jueves, 12 de diciembre de 2019  |   

El titular del estudio Aslan y Ezcurra y prosecretario del CPAU explica cuáles son los conflictos más frecuentes entre arquitectos y comitentes y describe cuál es puntualmente el trabajo de la Comisión de Ética del Consejo, de la cual es presidente. Los concursos, bajo la lupa.


¿Puede identificar cuáles son las causas más frecuentes de conflictos éticos entre comitentes y arquitectos?

Entre partes, un contrato obliga a los firmantes a tener derechos y obligaciones. En este marco, nosotros nos comprometemos a cumplir con nuestra profesión y el cliente tiene la obligación de pagar. Si el cliente cumple y el arquitecto cumple, hay un equilibrio impecable. Pero lo cierto es que no siempre sucede esto porque el arquitecto muchas veces pacta mal. Con las ansias de obtener el trabajo, promete más de lo que puede cumplir. En tanto, por parte del cliente hay esperanzas, ya que el término «proyecto» tiene más significado para los arquitectos que para los clientes. De este modo, el vínculo se da en términos abstractos ya que los compromisos no siempre están lo suficientemente definidos en el contrato.

¿Hay formas efectivas de evitarlos?

Después del noviazgo, una pareja, durante el matrimonio, tiene que trabajar. Y esa es una analogía que se puede aplicar a la relación entre comitente y arquitecto, después del entusiasmo inicial. Como en una pareja, esta relación tiene una meta fija, en una es formar una familia y, en la otra, es una obra. La diferencia es que en un caso la relación se termina cuando se llega a la meta, que es un hecho arquitectónico, y en el otro, no. El tema es que previamente a la concreción del hecho arquitectónico, sólo hay planos que el comitente no entiende demasiado bien, aunque el arquitecto los exprese correctamente, desde su lugar de estar a cargo del proyecto y la dirección. El cliente deposita su confianza, sus esperanzas en el arquitecto y el arquitecto hace su trabajo lo mejor posible. Y no en todos los casos todo eso significa lo mismo para los dos.

Todo pareciera indicar, entonces, que los conflictos son, en realidad, valoraciones diferentes…

Los conflictos parten de valoraciones y de un hecho comercial. Ya sea tanto desde el encargo de Llegar una obra pública y como de una residencial. Por eso es tan importante el tema del contrato.  Si el contrato está bien hecho y se cumple no hay nada que discutir. Ahí se termina todo. Pero, otra vez: no debemos hacer promesas que no podemos cumplir. Prometo hacer 100.000 m² y sé que tengo que generar para lograrlo situaciones poco éticas.

¿Por ejemplo? 

Por ejemplo, forzando situaciones, estableciendo contactos que no debieran establecerse. También hay que entender que firmar, en una situación en la que firman el director de obra, el constructor y el comitente, es una responsabilidad muy grande. Y después está el marketing, que debe tener límites. No todo está permitido en el nombre del marketing. 

¿Hay faltas éticas en relación al comitente?

En líneas generales, el comitente, por su parte, tiene que entender que hay veces que la obtención de mayor valor no depende de la habilidad del arquitecto. Después está el caso del cliente indirecto, alguien que vuelca el deseo de una corporación, que también puede dar lugar a conflictos ya que en estos casos hay tres valoraciones distintas en lugar de dos. En definitiva, hay dos éticas: la del arquitecto y la del cliente, quien a veces también es representado por un arquitecto. En una plaza tan ofertada profesionalmente y con una demanda inversamente proporcional que domina la situación, la ética del cliente es muy importante.

¿Es la transparencia —o, mejor dicho, la falta de transparencia— un motivo de conflicto ético?

En relación a la transparencia, cabe mencionar que, como llegada a un proyecto, los concursos son la democracia, donde el más capaz recibe un encargo por el que tendría que ser retribuido acorde con la tarea a realizar. Les permite a los arquitectos recién recibidos tener acceso a obras y ganar prestigio. Hay muchos casos de estudios y arquitectos que han sido reconocidos de manera profesional después de haber obtenido una obra por concurso.  Además, los concursos tienen sus propias normas éticas, que deben ser respetadas. Y cuentan con jurados donde todos están representados: los arquitectos que fueron elegidos por la votación de sus pares, el comitente, los asesores jurados bajo el paraguas de la Sociedad Central de Arquitectos. El concurso distingue al mejor según ese jurado.

¿A qué se refiere, puntualmente, con la ética de los concursos?

Hay otro problema ético que surge de los llamados concursos de ideas, pensados para no pagar por un proyecto. Finalmente, terminan siendo un concurso de proyectos ya que las ideas muchas veces se exceden. Los comitentes desconocen —o hacen como que desconocen— los alcances que tiene un llamado de este tipo. Así, se arriba a un anteproyecto que es pagado como una idea. Por lo tanto, también hay una ética en los concursos que tienen que tener rigurosidad y coherencia con respecto a lo que se solicita y lo que se paga. En el concurso son las bases las que tienen que estar claras y forman parte del contrato.

¿Cómo es el trabajo de la Comisión de Ética del CPAU?

La comisión recibe conflictos tanto del arquitecto hacia los comitentes como también viceversa. Hay infinidad de situaciones: desde conflictos pequeños y domésticos hasta cosas más importantes, aunque para cada uno de los que se presentan lo más importante, siempre, es su problema. Cabe destacar que la comisión no busca faltas de ética sino que recibe situaciones.  Entonces, recibimos el caso, se estudia y se designa a quien, a su vez, decidirá si se abre una causa y si se infringe el Código de Ética. Si se decide abrir una causa, se cita a las partes y se puede llegar a un acuerdo.  Y si finalmente lo ameritara, la Junta Central recomendaría cierta sanción, por caso, la suspensión o retiro de una matrícula.

¿Cuántas situaciones se reciben por año?

Son entre 20 y 30 conflictos anuales que, en comparación con lo que vemos habitualmente todos los días en la Argentina, de verdad representan una cifra menor. El primer procedimiento consiste en discernir si de lo que nos estamos ocupando constituye o no una falta ética. Hay veces que las situaciones se corresponden más con el accionar de la justicia civil que con el de la comisión. La primera instancia de mediación es con el encargado del caso que la comisión designó, que cita a las partes para ver si llegan a un acuerdo. 

¿Quién se presenta más habitualmente? ¿El cliente o el arquitecto?

Lo más frecuente de estos 20 o 30 casos es que el comitente sea el que se presente, básicamente porque sus expectativas no fueron satisfechas. En algunos casos, el comitente piensa que el arquitecto es responsable de lo interior, de lo exterior, en fin, responsable de todo. Por eso, insisto, la claridad de los términos del contrato es fundamental. Pero hay que aclarar también que el contexto, por ejemplo el económico, en algunas ocasiones no ayuda. 

¿Existen otras situaciones de conflicto o conflictos con otros protagonistas?
Después está la ética entre profesional y profesional, conflictos entre socios, que también son temas importantes y que están generando conflictos por faltas de respeto entre profesionales. Es un tema, en verdad, profundo y escabroso, que la Comisión de Ética reconoce que existen.