Ciudad, arquitectura y salud
Andrés Borthagaray
Un conjunto indisociable.
Por los desafíos de la práctica profesional, los aprendizajes y conocimientos que se van desarrollando, por la disponibilidad de información y datos, la tríada ciudad, arquitectura y salud necesita de una actualización permanente.
Esta rama de especialización cuenta con amplio desarrollo y es objeto de números dedicados tanto en publicaciones temáticas como en revistas generales de arquitectura. Aunque las reflexiones sobre hospitales, clínicas y centros de salud por supuesto pueden enriquecer el abordaje, en este número de la revista Notas nos enfocaremos en cómo la arquitectura y la ciudad contribuyen a crear un ambiente más saludable, y a sentar las bases de una revolución pasiva que mejore nuestra calidad de vida. Esto no se trata de un interés coyuntural, producto del punto de inflexión marcado por la pandemia, sino de una tendencia de largo plazo, que en todo caso el Covid 19 y las medidas asociadas adoptadas en todo el mundo vinieron a acentuar.
Desde la pandemia en 2020, hemos pasado de una reacción anti-urbana a una revalorización de la ciudad pero con condiciones: una apreciación especial para el espacio público y la ventilación cruzada, la asignación de espacios, balcones y aperturas. Si en un momento se prohibió el acceso a los parques, en una segunda instancia los espacios verdes se convirtieron en los grandes centros de atracción. La llamada revolución de la proximidad (Moreno, 2023), junto a los debates que contribuyó a generar, tuvo un bautismo en las elecciones municipales de París, marcadas por las restricciones de la pandemia entre la primera y la segunda vuelta, con una ministra de salud convertida en candidata frente a la finalmente reelecta alcaldesa con el discurso de los quince minutos de su asesor estrella.
Sin embargo, la búsqueda de un ambiente saludable representa un desafío que ha sido marcado en varios hitos por la evolución de la arquitectura y la ciudad contemporánea. Una encuesta del British Medical Journal sobre cuál había sido la innovación más importante para la salud en los últimos 150 años arrojó como resultado, por amplio margen, la adopción de las redes sanitarias, antes que cualquier medicamento o técnica de tratamiento. How the other half lives (Riis, 1888), un estudio sobre la calidad de vida en Nueva York, llevó a la adopción de medidas sociales y sanitarias en la vivienda y a la toma de conciencia del hacinamiento. Varias de las medidas que forman parte de la historia del urbanismo tienen sus raíces en informes sociales de ese tipo, tal como sucedió en Londres, o en Buenos Aires, con la fiebre amarilla y el plan Bateman.
En la arquitectura, el congreso de Dresde está, según un conjunto de autores, detrás del origen de la arquitectura moderna. El último congreso de la UIA en Rio de Janeiro (primero iba a ser en 2020 y se tuvo que postergar y hacer en parte virtual por la pandemia) hace una referencia específica: en 2021 se adoptó 2022 como año del diseño para la salud.
Correlativamente, las publicaciones especializadas de salud han venido publicando series sobre las ciudades (Ver: Lancet, Anne Vernez y otros). La calidad del aire y la caminabilidad van de la mano de zonas de emisión ultra bajas, el fomento al transporte público y el abandono progresivo del motor de combustión interna. Pero también lleva a una reflexión sobre la calidad del espacio público de las estaciones de transporte, a la ventilación de las unidades, a la combinación entre concepciones alternativas de infraestructura y soluciones basadas en la naturaleza.
Otros temas que se abordan son la relación entre interior y exterior (por ejemplo, más clases fuera de las aulas y nuevos patios exteriores como en Barcelona y otras ciudades, aunque en nuestro medio quedó más restringido a un avance de los bares sobre la vereda) y un cuestionamiento de los hogares geriátricos como foco de contagio, una reconsideración profunda de los criterios de accesibilidad y sobre las condiciones de las viviendas para los adultos mayores, inclusive en temas de salud mental (Di Véroli, 2008).
La reflexión alcanza todas las escalas, desde la arquitectónica hasta la urbana, desde la iluminación hasta la materialidad y el paisaje sonoro, desde las prácticas proyectuales y normas de construcción hasta los incentivos fiscales. Por ejemplo, la ciudad tiene en teoría más ingresos por plusvalías y contribuciones por ABL si se construyen más metros cuadrados, pero no se estima el costo de pérdida de asoleamiento, ventilación cruzada y suelo absorbente cuando se pierden algunas de las razones por las que se pusieron límites constructivos al hacinamiento en primer lugar.
Así, del mismo modo que se han venido incorporando demandas individuales y sociales a la calidad de la arquitectura y la ciudad, se plantea aquí un desafío para la acción pública y privada, de la mano de la inclusión social, el dinamismo económico y la sustentabilidad ambiental.