Vivienda Social
Jorge Mario Jáuregui
que cada casa es un candelabro
donde las vidas de los hombres arden
como velas aisladas.
—Jorge Luis Borges
En lo relativo a la vivienda de interés social, es necesario colocar el foco en lo que es pertinente discutir cuando se aborda el tema. Y eso sin lugar a dudas tiene que ver con cómo construir ciudad, cómo configurar espacio público desde lo habitacional, y cómo favorecer la convivencialidad. Cómo contribuir para la “terapéutica política” como lo denominaba Jacques Derrida, esto es, la convivencia de las diferencias. Y esto tiene que ver claramente con no promover barrios socialmente homogéneos, de “iguales”, aburridos, de predominancia de un sector socio-económico-cultural exclusivamente. La buena ciudad[1] tiene que ver con la mezcla sociocultural y de funciones. Diferentes sectores sociales, diferentes configuraciones espaciales, variedad tipológica e interacciones, usos mixtos, permeabilidad público-privado, balanceada densidad, adecuada cantidad y calidad de equipamientos y servicios públicos, eficiente sistema de transporte público, elaborada relación entre masa verde y masa construida, disponibilidad de parques, plazas, espacios residuales urbanísticamente tratados; facilitación y estímulo para los movimientos peatonales ¿Tarea difícil? obviamente, pero sin esto no se tienen lugares deseables de ser vividos. Lugares donde una vida creativa, con posibilidades de interacción positiva entre las diferencias, pueda tener lugar, pueda “echar raíces”.
Para esto es necesario proveerse de los conceptos para pensar, y contar con equipos multidisciplinarios con suficiente experiencia para actuar. Haber acumulado “horas de vuelo” (como un piloto) capaz de orientar con precisión las complejas decisiones que es necesario tomar y coordinar.
Ajustando aún más el foco, y en lo específicamente urbanístico-arquitectónico, es necesario combinar dos tipos de cuestiones. Una referida a la conformación de ámbitos de escala variada, y forma abierta, capaces de organizar volúmenes y funciones en una vertebración donde la “potencia lógica ordenadora” de que habla Jacques Lacan, sea capaz de conformar agregados sensibles donde la intención y la materialización, encuentren como enunciador subjetivo, una constatación.
Otra cuestión es la referente a la elaboración de unidades habitacionales agrupadas verticalmente (planta baja más 2, 3 o 4 pisos, sin ascensores) capaces de ser portadoras de un ADN urbano que garantice la convivencia de dos dominios, el público y el privado. Es decir, que estas unidades habitacionales puedan ser ese punto de contacto y al mismo tiempo, las configuradoras de ciudad (junto con el resto de servicios y equipamientos públicos necesarios) en organizaciones no monótonamente repetitivas, sino, por el contrario, estimuladores de diversidad urbanística y arquitectónica. Además, estas unidades habitacionales para los sectores populares deben de ser capaces de poder evolucionar (expandirse) sin comprometer la calidad urbanística y arquitectónica del dominio público. Por lo tanto, deben ser capaces de garantizar una interface adecuada entre el dominio de lo individual y lo colectivo.
Un gran desafío, sin duda, pero es de eso exactamente de lo que se trata. De crear nuevos ámbitos de vida cívica, tan ricos como los mejores surgidos por acumulación histórica, adecuados a cada contexto histórico, social, cultural, topográfico, paisajístico, climático y técnico, específicos.
(...) sin esto no se tienen lugares deseables de ser vividos. Lugares donde una vida creativa, con posibilidades de interacción positiva entre las diferencias, pueda tener lugar, pueda “echar raíces”.
En el continente latinoamericano tenemos riquísimos y variados ejemplos de organización de sectores urbanos habitacionales, desde Teotihuacán hasta el presente, que necesitan ser rediscutidos, reconceptualizados, confrontados con otras experiencias internacionales y tomadas como base para la elaboración de nuevas propuestas y la transmisión de nuevos contenidos. En este sentido, tanto el conjunto Los Andes, de Bereterbide, en Buenos Aires, el conjunto Pedregulho de Affonso Eduardo Reidy en Rio de Janeiro y la experiencia PREVI-Lima, son referencias imprescindibles.
Para responder a la enorme demanda del déficit habitacional en la región (sólo Brasil necesita construir 7.000.000 de unidades) es necesario definir lo que se quiere (qué tipo de ciudad y de sociedad), recursos materiales y humanos, y una firme decisión política capaz de garantizar una orientación confiable al proceso.
Hoy es necesario contribuir al mismo tiempo a la recalificación de los barrios existentes, y a la generación de nuevas alternativas habitacionales conformadoras de una idea de ciudad que atienda a las demandas y expectativas contemporáneas, y todo ello basado en principios democráticos capaces de posibilitar cohesión social mediante un concepto de desarrollo sostenible, en la línea de lo formulado en Hábitat III[2].
Nuevas demandas
Los principios y metodologías que fundamentaron el planeamiento urbano de la modernidad, basados en la tabla rasa y la separación de funciones, como se sabe, están agotados.
Hoy existe un consenso en el sentido de que el orden social y la repetición y segregación que marcaran el siglo XX necesitan ser reemplazados por sistemas que articulen diferencias y que sean fácilmente adaptables. Sistemas articulados de funciones múltiples y organizadamente superpuestos, donde lo social y lo espacial estén intrínsecamente amalgamados, incluyendo sistemas de transporte e infraestructura pensados de acuerdo con las nuevas demandas de accesibilidad, movilidad y adaptación constante.
(...) el orden social y la repetición y segregación que marcaran el siglo XX necesitan ser reemplazados por sistemas que articulen diferencias y que sean fácilmente adaptables.
Existe una demanda formulada desde distintos sectores de la sociedad relativa a una reorientación de la concepción de “desarrollo”, incluyendo la sostenibilidad de las propuestas y proyectos, destinados a favorecer la vida asociativa y democrática a través de intervenciones basadas en una estrategia conectiva de articulación espacial y social, mediante la creación de espacios de calidad a todas las escalas: objetos independientes, la manzana, el barrio y la ciudad.
El análisis cuidadoso de lo existente y la inserción selectiva en el contexto, son parámetros para una actuación más responsable social y urbanísticamente. Hoy, junto con la calidad de diseño, se incluye la cuestión fundamental del impacto ambiental de las intervenciones y la reconsideración del factor densidad, lo que tiene que ver directamente con espacios públicos vivos y con la reconversión de lugares capaces de favorecer la convivencia democrática, atendiendo al mismo tiempo a las mayores urgencias.
Es necesario investigar y materializar formas de organización físico-social y de participación popular, que permitan obtener densidad con calidad, articulando lo macro y lo micro, ofreciendo ámbitos estimulantes para la vida en sociedad, proponiendo nuevas formas de relación con el medio, respondiendo a las demandas del momento mediante un abordaje crítico de la realidad.
Un buen proyecto siempre quiso, y continúa queriendo, transformar positivamente lo que existe. Hoy se precisa de una arquitectura y de un urbanismo que dialoguen con el entorno pero que a su vez sean capaces de modificar la ciudad, re-articulándola.
La ciudad contemporánea tiene su territorio pautado por la lógica del capital derivado de una “economía líquida”, que contribuye a fragmentar permanentemente la estructura urbana multiplicando centralidades. La multi-polarización de la mancha urbana caracteriza un crecimiento continuo con una distribución desigual de las inversiones en transporte, servicios, infraestructura y “equipamientos de prestigio”, obedeciendo a las tendencias erráticas de la producción y del consumo del capital globalizado. La catástrofe que afecta a la mayoría de las metrópolis contemporáneas es la carencia de estrategias y políticas urbanas capaces de reestructurar el territorio urbano con continuidad y coordinación de iniciativas, donde los programas habitacionales masivos, de calidad y de contenido social, deben cumplir un rol fundamental como "configuradores de ciudad". Vivienda y política urbana deben estar estrechamente vinculadas.
Como es sabido, el tema de la vivienda y su relación con la ciudad es de “múltiples entradas”. Comprende los aspectos físicos (infraestructurales, urbanísticos, ambientales) los aspectos sociales (económicos, culturales, existenciales) los ecológicos (ecología mental, ecología social y ecología de los comportamientos) en su intersección con lo relativo a la seguridad ciudadana y a las cuestiones del sujeto contemporáneo.
En particular, las iniciativas canalizadas a través del Plan Pro.Cre.Ar, mediante asociaciones público-privado para proyectos urbanísticos en todo el país, variando de cientos a miles de unidades habitacionales según los casos, es necesario que se complementen con otros fondos capaces de garantizar un mix social que incluya a las familias que ya ocupaban los lugares, mediante una urbanización inteligente y abierta que vaya desde petits colectifs a espacios de escala urbana atendiendo a un amplio gradiente social.
Es necesario garantizar accesibilidad al mercado del suelo y de alquileres, con crédito acorde a cada una de las fajas salariales, con especial atención para las familias de escasos recursos.
Soluciones con edificaciones altas y bajas bien balanceadas, serian una buena opción para los casos de Barracas, Parque Patricios y Pompeya por ejemplo, buscando favorecer la ciudad densa, compacta y conectiva.
Para la Villa 31, debido a su localización privilegiada y a su alta densidad, es necesario, como ya he manifestado en otras oportunidades, garantizar una muy bien calibrada actuación que considere la construcción de nuevas unidades habitacionales adecuadas al contexto, un plan de mejoras para las construcciones existentes, la reformulación del sistema infraestructural, adecuaciones viales, la incorporación de nuevos servicios y equipamientos públicos, centro cultural acorde de la riqueza socio-cultural de sus habitantes (nordestinos, chilenos, paraguayos, bolivianos, etc.) así como también la inclusión de nuevos espacios de convivencia a escala local y urbana. El ejemplo de lo que ha sido llevado adelante en Rio de Janeiro a través del Programa Favela-Barrio y del PAC (Programa de Aceleración del Crecimiento) puede ser una buena referencia.
La catástrofe que afecta a la mayoría de las metrópolis contemporáneas es la carencia de estrategias y políticas urbanas capaces de reestructurar el territorio urbano con continuidad y coordinación de iniciativas (...) Vivienda y política urbana deben estar estrechamente vinculadas.
Para avanzar en la dirección de una política para la vivienda de interés social, es necesario:
- Contraponer otro modelo de actuación del poder público a la política de habitación popular basada en la construcción de departamentos o casas de baja calidad, sin sentido estético y sin relación orgánica con las ciudades, lejos de las áreas comerciales y de los servicios públicos, de las fuentes de trabajo y con dificultades de acceso al transporte público;
- Considerar simultáneamente las implicaciones urbanísticas (configuración de la dimensión pública de la vida privada), sociales (el agrupamiento de lo individual que debe ser más que la suma o adición de las células, debiendo resultar en una amalgama fluida de "pequeños colectivos"), arquitectónicas (obtención de diferenciación en la repetición, con volumetrías variadas) y ambientales (configurar entornos donde naturaleza y artificio puedan convivir de manera armoniosa);
- Combatir con ejemplos construidos la política de substituir las villas por edificaciones que son más especies de abrigos que lugares para habitar.
- Ofrecer calidad urbanística, arquitectónica y paisajística a través de las intervenciones;
- Ofrecer habitaciones flexibles con plantas bajas de usos mixtos (comercio y locales de trabajo o servicios);
- Revertir la realidad de los ‘’conjuntos habitacionales’’ como sinónimo de habitación de mala calidad;
- Ofrecer habitación no solo en la pequeña escala, sino especialmente núcleos habitacionales con el ‘’ADN’’ de lo urbano, con los cuales los habitantes puedan identificarse;
- Incluir lo vegetal como cuestión estructural: garantizar adecuada relación masa verde-masa construida;
- Más que habitación, materializar polos de desarrollo incluyendo otras funciones tales como comercios, locales de trabajo, restaurantes, cines, hostels, servicios culturales, etc., en complemento con la iniciativa privada, a partir de un plan urbanístico de base, buscando la sostenibilidad de los emprendimientos;
- El desafío actual consiste en considerar al mismo tiempo la ‘’forma urbana’’ (los edificios, los lotes, las manzanas, las calles, las plazas) y los ‘’tipos de construcción’’ (casas, edificaciones multifamiliares, edificios públicos, comercio, servicios, etc.) con el objetivo de estructurar los procesos de transformación urbana.
El campo de la vivienda de interés social, es sin lugar a dudas el campo de lo socio-espacial que más creación e investigación demandará a lo largo del siglo XXI.
[1] Ver "Una Buena Ciudad", de Jorge M. Jáuregui
[2] Hábitat III: Conferencia de las Naciones Unidas sobre Vivienda y Desarrollo Urbano Sostenible.