Falansterios del siglo XXI
Fabio de Marco
Mientras la sociedad formal sigue debatiendo sobre cuáles son los caminos para acceder a la vivienda, pensado en modificar los códigos vigentes, proponiendo reducir las medidas mínimas de los espacio habitables, buscando mecanismos alternativos de financiamiento, constituyendo fideicomisos al costo o bien proponiendo diferentes estrategias de ventas, la sociedad informal a través de los asentamientos espontáneos y clandestinos está resolviendo el acceso al habitad de diferentes formas. Si bien estas maneras de ocupación del suelo urbano pueden parecer formas inadecuadas, está observación se debilita cuando se caracteriza la naturaleza del problema, reconociendo a su vez que en muchos casos los sistemas de urbanización utilizados espontáneamente suelen ser creativos, novedosos.
Ahora bien, tal vez estemos frente al hecho urbano y normativo más disruptivo desde la creación de la Ley 13512 de propiedad Horizontal en el año 1948. Este escenario urbano, social y ambiental, es producido por la falta de nuevas políticas públicas activas en la creación de viviendas que puedan abastecer la totalidad de la demanda existente, en consecuencia el Estado ha descargado su responsabilidad social en las familias y en el individuo, restringiendo su vital presencia solo para aquellos que padecen situaciones extremas, provocando de esta forma que las soluciones sean cada vez más rudimentarias, de alta segregación social, ambiental y espacial. La construcción de viviendas en forma espontánea y espasmódica fuera de toda formalidad en espacios urbanos vacíos de planificación y carácter, ha marcado una tendencia en la forma de habitar y crear comunidad que los urbanistas, arquitectos y sociólogos no deberían desconocer.
De alguna forma estas nuevas comunidades generadas por el crecimiento espontaneo del tejido urbano y social, con ausencia del Estado, orientadas a alcanzar la necesidades básicas de un segmento de la sociedad de bajos recursos, se asemejan mucho a las comunidades utópicas llamadas Falansterios, que durante el siglo XIX intentaron recrear a una escala reducida comunidades con principios básicos que surgirían de los diferentes hábitos de convivencia colectiva sin reglas ni códigos. Es decir, una comunidad utópica en la vida real, que basaban sus principios en el pensamiento del incipiente socialismo europeo, llegando en algún caso al anarquismo.
Para Martin Stengel, estas comunidades fueron pensadas como un espacio donde se intentó desarrollar con mayor o menor éxito unas relaciones correctas dentro de un modelo de vida alternativo. Islas artificiales generadas a partir de principios básicos de expresiones de autonomía, inconformismo y libertad, sin reglas escritas ni códigos previamente establecidos. Resulta de gran interés el análisis de cómo se ha generado esta forma de habitar y cómo se perpetúa en el tiempo con esta nueva forma de interacción continua de los asentamientos con la sociedad formal.
La construcción de viviendas en forma espontánea y espasmódica fuera de toda formalidad en espacios urbanos vacíos de planificación y carácter, ha marcado una tendencia en la forma de habitar y crear comunidad que los urbanistas, arquitectos y sociólogos no deberían desconocer.
Estas nuevas comunidades que se han generado en la Ciudad, similares a los falansterios del siglo XIX, han resuelto el acceso a la vivienda fuera de todo codificación y planificación, tanto es así que en los últimos 30 años en la Ciudad de Buenos Aires fue la única forma de habitar que ha crecido, incorporando más de 400.000 nuevos habitantes, localizádose en diferentes sitios existentes y en otros lugares recientemente creados. Este paradigma disruptivo con sus propias reglas de ocupación y convivencia, con nuevos parámetros urbanísticos consensuados entre la vecindad, con normas constructivas según la propia experiencia colectiva, con medidas mínimas no reglamentarias, con sistemas rudimentarias de financiamiento, basadas en la autoconstrucción y en el desarrollo constructivo restringido a su magros y discontinuos ingresos, están dando respuesta a veces en forma inadecuadas, a una necesidad real que es el acceso a la vivienda, un hecho social que se ha dado en los grandes centros urbanos de nuestro país y de Latinoamérica.
Sin que esto signifique un modelo a seguir o a replicar, no debemos perder de vista la posibilidad de que esta forma de ocupación y generación de ciudad, creando un tejido urbano, social, económico y cultural, diferente a los académicamente correctos, esté marcando una tendencia que debemos conocer y ahondar en estudios sobre este patrón de conducta, que ha surgido como resultado de tener que dar respuesta a la demanda real, con mecanismos efectivos; y que ignorarlos implicaría crear un impedimento fáctico entre la construcción de la ciudad posible y la ciudad anhelada.
Fotografía: Martín del Valle - Instagram