La construcción de la belleza

Ignacio Montaldo

viernes, 14 de diciembre de 2018  |   

Reflexionar sobre una idea de belleza relacionada a la construcción y a la técnica, entendiendo la técnica a partir de los fundamentos que le dan sentido, una idea de belleza ligada a todo aquello que está formado, articulado, construido de un modo lo más perfecto posible y que por ello puede perdurar.

No era la razón, sino un aparato construido por el hombre, el telescopio, el que cambiaba el punto de vista sobre el mundo físico; no eran la contemplación, la observación y la especulación las que llevaban al nuevo conocimiento, sino la intervención activa del Homo Faber, su capacidad de fabricar.
—Hannah Arendt

Ortega y Gasset, en su meditación sobre la técnica, plantea que la esencia humana es producción y fabricación, y solo porque éstas lo exigen es, por lo tanto, después y no antes, teoría y ciencia (Ortega y Gasset, 1939).

Si entendemos a la teoría como un modo de producir sentido, dado que se encarga de producir una determinada comunidad de supuestos que otorgan sentido a la realidad, una abstracción a partir de la cual las cosas obtienen un orden (Morales, 1984), en arquitectura esas abstracciones (espacio, proporción, escala, etc.) están ligadas directamente a un hacer, un hacer técnico (oficio), de manera que ninguna teoría arquitectónica puede tenerse por auténtica si en ella quedan omisas las condiciones productivas en que la arquitectura surge como obra. Los griegos definían a la techne implícita en la arquitectura (archi-techne) como una “manera fundada de producir cosas reales” (Morales, 1984), este concepto de un “producir fundado” plantea que el proyecto arquitectónico requiere imprescindiblemente llevar consigo su propia fundamentación, que aleja al hacer técnico de la mera instrumentalidad.

Desde siempre, nuestra disciplina, la arquitectura, se ha desarrollado desde el hacer y el pensar, y su tema de trabajo es la determinación de la forma, la cual podemos entender, según definió Kenneth Frampton, como el resultado de la interacción de tres factores: “topos, typos y tectónica”; siendo esta última el ámbito de la técnica, que incluye construcción, estructura, sistema portante, técnica, tecnología, costos, proceso constructivo, procedimiento, producción, materia, durabilidad, confort, energía.

La tecnología es la actividad que une los conceptos de técnica y de conocimiento científico. Entendiendo a la ciencia como el conjunto de los conocimientos considerados verdaderos, y que provienen del mundo erudito, y a la técnica como al conjunto de procedimientos que se usan en una actividad determinada y que se adquieren por medio de su práctica, sin conocer necesariamente la explicación o fundamentación teórica de dichos procesos (proveniente del mundo de los artesanos), es decir, el oficio.

La tecnología constructiva contemporánea utiliza los conocimientos provenientes de la ciencia y los procedimientos prácticos de la técnica provenientes de la tradición artesanal.

Desde el ámbito de la filosofía de la técnica, Albert Simondon nos alerta sobre la dificultad de un modo de existencia contemporáneo que incluye a los sistemas técnicos pero no los entiende, y propone que volvamos a pensar todo, disolviendo la dicotomía entre los paradigmas de la cultura y de la técnica, del arte y de la ingeniería, planteando que deberíamos poder disolver dicha contraposición de manera tal que nos lleve a un nuevo paradigma, en el que podamos emocionarnos del mismo modo ante una pintura de Picasso tanto como de un motor a combustión o una tuerca (Pablo Rodríguez).

Desde esta posición, me interesa reflexionar sobre una idea de belleza relacionada a la construcción y a la técnica, entendiendo a la técnica como parte integral del proyecto arquitectónico a partir de los fundamentos que le dan sentido, encontrando una idea de belleza ligada a todo aquello que está formado, articulado, construido de un modo lo más perfecto posible y que por ello puede perdurar. Una idea de belleza relacionada al término griego kalon, el cual no se refiere al valor estético independiente de un objeto, sino más bien a su excelencia, la cual se halla directamente relacionada con su valor moral y con su utilidad.

Finalmente, recordar una frase del maestro Alvar Aalto, que en el año 1925 planteaba que “El único mandamiento real del arte constructivo es: construye con naturalidad, relajado. No hagas nada sin un sentido. Todo lo superfluo con el tiempo se vuelve feo”. 


Fotografía de portada casa en Roque Pérez, Estudio Moarqs