Ingeniería estructural, arquitectura y tecnología
Alberto H. Fainstein
Entendiendo la arquitectura como el arte y técnica de proyectar y diseñar edificios para conformar el entorno humano, su relación con la tecnología resulta absolutamente indisoluble.
Toda vez que entendamos que el resultado final del trabajo arquitectónico será la construcción de un edificio, tendrán que utilizarse diversas tecnologías que se adapten en cada caso a los fines buscados.
No debemos perder de vista que, como seres humanos, diseñamos a lo largo de la historia diferentes tecnologías que luego utilizamos para realizar todo tipo de tareas, y en el caso particular que nos ocupa, la arquitectura, encontramos diferentes desarrollos tecnológicos que permitieron diseñar y construir todo tipo de construcciones.
Los desarrollos tecnológicos han surgido de investigaciones programadas o de simple adición de técnicas; la pala, el balde, la cuchara, la plomada, los dinteles, las cúpulas, las bóvedas, los puentes, etc., fueron desarrollados a lo largo de la historia por constructores que buscaban facilitar sus tareas y diseños corrientes. Al ladrillo común del tamaño que hoy lo conocemos no se llegó por un normado proceso de investigación, sino por la búsqueda de materiales, tamaños y pesos que hicieran posible y más cómoda la tarea de construir.
En el caso de la ingeniería estructural, compañera obligada de toda aventura arquitectónica, hasta el descubrimiento del cálculo diferencial los avances se hicieron en forma empírica. Con su aparición se comenzaron a calcular las estructuras, simulando modelos matemáticos de las mismas y desarrollando infinidad de métodos de resolución de hiperestáticos que se adaptaron en cada época a las herramientas de cálculo disponibles (calculadoras de mano, regla de cálculo, etc.). Hasta la irrupción de las computadoras, los avances en el cálculo estructural fueron muy lentos, debiendo en muchos casos limitar las posibilidades de diseño estructural a las posibilidades de cálculo.
La aparición de la computación, la tecnología que revolucionó el siglo XX, fue rápidamente aprovechada por esta rama de la construcción, lo que le permitió liberarse de las limitaciones de volúmenes y precisión en los cálculos. Nos encontramos con que, de diseñar lo que podíamos calcular, pasamos a calcular todo lo que podíamos diseñar. Y esto trajo aparejado un nuevo e importante desafío: ¿qué éramos capaces de diseñar?
Si bien el campo de desarrollo de los programas de computación no se ha detenido, ofreciendo permanentemente herramientas más poderosas y amigables, se agregan infinidad de nuevas tecnologías y materiales que nos exigen para poder utilizarlas una permanente actualización. ¿Son utilizables los modelos y materiales que simulamos matemáticamente, para representar los nuevos materiales y técnicas constructivas?
Debemos agregar los desafíos de ir más alto, mayores luces, más profundo, más rápido y por supuesto más económico.
Esta pulsión permanente entre lo que estamos acostumbrados a hacer y lo nuevo, altera la sensación de seguridad que genera lo conocido, para desafiarnos permanentemente en campos nuevos de materiales y tecnologías.
Pero resulta imposible abstraerse de estos avances; aunque resulta interesante preguntarse por qué los llamamos avances, término que implica algo puramente positivo, y no los llamamos modificaciones o novedades. Los plásticos han revolucionado todos los materiales, pero también nos enfrentan a problemas de contaminación antes desconocidos. El uso de enormes cantidades de energía, producida por diferentes métodos, ha traído maravillosas mejoras en la calidad de vida de los seres humanos, pero también ha generado enormes problemas de contaminación y afectación del medio ambiente y resulta difícil hacer un balance entre las mejoras y los empeoramientos, ¿o retrocesos?
En las estructuras nos encontramos que se han agregado a la mampostería, el hierro, la madera y el hormigón, el hormigón pretensado, hormigones cuyas resistencias ya alcanzan los 1.000 kg/cm2, aceros de altas resistencias, hormigones autocompactables, sistemas de encofrados de altísima complejidad, aditivos, resinas epoxi, fibras de carbono, vidrio y basalto, hormigones porosos, hormigones reforzados con fibras, vidrios estructurales, aluminio, etc.
La incorporación de cada material o combinación de ellos abre un sin fin de posibilidades que es necesario analizar, estudiar, investigar y experimentar.
El trabajo interdisciplinario es la única posibilidad de avanzar con estos desarrollos, reduciendo sus efectos negativos, y es nuestra responsabilidad indelegable cuidar que el resultado de nuestros trabajos resulte siempre positivo para nuestro planeta y para quienes habitamos y nos sucederán en el mismo.
Fotografía de portada Sinagoga Mishkan, Estudio Busnelli Arq. Ingeniero Estructural: Alberto Fainstein.