La equidad como agenda y como construcción permanente en la formación y en el ejercicio de la Arquitectura

Rosa Aboy

miércoles, 3 de noviembre de 2021  |   

Desde hace algunos años, la preocupación por la equidad comenzó a impregnar las otrora rígidas estructuras de las instituciones profesionales de la arquitectura y el urbanismo. Esta nueva sensibilidad es el resultado de un lento proceso histórico que fue ampliando los confines de una profesión tradicionalmente asociada al género masculino y a sectores sociales altos y medio-altos de la sociedad, cuya actividad principal había estado orientada, principalmente, a proyectar y construir edificios institucionales y viviendas notables.

Las universidades fueron el primer ámbito de una lenta y trabajosa inclusión, que aún está lejos de ser equitativa. En efecto, desde mediados del siglo XX, la participación femenina y de estudiantes de la clase media en las facultades creció dinamizada, en buena medida, por la gratuidad de la enseñanza, que animó a sectores medios urbanos a emprender una carrera universitaria. Esta diversidad aumentó en las décadas de 1960 y 1970, en las cuales, no obstante, como sostiene la investigadora Dora Barrancos, «los vínculos de género en las casas de altos estudios, aun en aquellas que pasaban por notables cambios de programa y de óptica, eran jerárquicos. Los varones dominaban por completo la escena en la cátedra, en la gestión y en las organizaciones estudiantiles» (Barrancos, 2007, p. 224).


Foto: Victoria Baeza »

El desequilibrio en el claustro estudiantil en favor de los varones fue dejando paso a un marcado predominio de mujeres, que en la actualidad supera el 60% en el caso de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires. Este predominio femenino se mantiene en los cargos docentes de menor jerarquía, pero decrece marcadamente a medida que se avanza en la carrera docente, no mostrando diferencias muy marcadas con el escenario que describe Barrancos para la década de 1960. En efecto, la participación de mujeres dentro del claustro de profesores ronda, en la actualidad, el 25%, considerando a todos/as los/as profesores/as titulares y adjuntos/as de las siete carreras que se dictan en la FADU.

Si en lugar de considerar las siete carreras de esa casa de estudios, consideramos únicamente la materia proyectual (troncal) de la carrera de Arquitectura, se observa que entre las veintisiete cátedras existentes en 2021, ninguna tiene al frente a una profesora titular mujer y solo dos cátedras cuentan con profesoras adjuntas regulares. Esta situación tiene un peso simbólico importante, pues la materia Arquitectura ha sido el ámbito del que provinieron todos los decanos desde el retorno de la democracia. Todos ellos varones, con la excepción de la arquitecta Carmen Córdova, única decana mujer de la FADU, que fue obligada a renunciar sin haber completado su mandato.

Estos desequilibrios tienen su origen en tradiciones culturales y roles de género de largo arraigo en la sociedad argentina, como las tareas de cuidado, tradicionalmente asociadas a las mujeres, que suelen constituir obstáculos en la carrera académica y laboral, poniendo a las mismas en desventaja respecto de los varones. Los cambios culturales de las últimas décadas están produciendo una lenta transformación social en las generaciones jóvenes hacia la coparentalidad que, de sostenerse en el tiempo y con el apoyo de políticas públicas, serán productoras de mayor equidad. Las transformaciones en curso van de la mano de una mayor visibilización y ampliación de los derechos de quienes no se identifican dentro del binarismo. 

Una encuesta reciente del Consejo Profesional de Arquitectura y Urbanismo (CPAU) permite por primera vez expresar la identificación de sus matriculados en relación con el género desde una mirada no binaria. Según esta muestra, aun en procesamiento, el 59% de los matriculados son varones y el 40% son mujeres, mientras que algo menos del 1% se identifica por fuera de esas categorías. Si bien es un porcentaje muy bajo y que suponemos subrepresentado, constituye un avance notable en la formulación de la propia encuesta. 

El caso del CPAU es interesante, pues la institución ha puesto en agenda, ya desde las dos gestiones anteriores, la cuestión de la inclusión de las mujeres a través de iniciativas como el compromiso de fijar un mínimo de participación en todo evento auspiciado u organizado por el CPAU, que se estableció en un 30%. La gestión actual ha decidido profundizar y ampliar la agenda de equidad, sumando a las cuestiones relativas al género las que hacen a la equidad social, intergeneracional y de perfiles profesionales, entre otras.

La encuesta 2021 del CPAU permite saber que el 63% de los/as matriculados/as es mayor de 51 años, siendo el rango etario entre 51 y 60 años el más numeroso (27% del total). Por su parte, los/as menores de 40 años, representan algo menos del 18% sobre la totalidad, lo que permite suponer un menor grado de participación en las encomiendas profesionales de los/as más jóvenes o, al menos, un menor grado de formalización y colegiatura. 

Por su parte, datos propios del CPAU del año 2020, permiten saber que las encomiendas están distribuidas en un 68% a cargo de varones y un 32% a cargo de mujeres. El cruce de esta distribución por género con el tipo de encargo muestra que la brecha se incrementa en las encomiendas de proyecto y dirección de obras (varones en un 75%) y tiende a una mayor igualdad en los otros dos tipos de encomienda relevadas en la muestra. En efecto, en el rubro habilitaciones, las encomiendas presentadas por mujeres representan el 47% y 45% en las encomiendas por Ley 257. Esto da cuenta de una participación femenina sustancialmente más alta en las encomiendas de menor reconocimiento profesional y económico.

De los párrafos anteriores se desprende que son los profesionales maduros y de género masculino los que concentran la mayor cantidad de encargos tradicionalmente asociados al perfil liberal de la profesión. Estas características hacen que, inversamente, los jóvenes y las mujeres arquitectas tengan una menor participación en el registro de las encomiendas productoras de un mayor capital económico y social. En efecto, en el mercado del prestigio, los arquitectos varones y de más de 50 años aparecen mejor posicionados que sus colegas de otros géneros y que los más jóvenes, si bien esto último es parcialmente atribuible a la valoración positiva que en la práctica de las profesiones suele adjudicarse a la trayectoria y la experiencia.

Los resultados provisorios de la encuesta 2021 dan cuenta de una gran diversidad de perfiles profesionales. Constituye otro acierto de la muestra el amplio abanico en la formulación de las preguntas, pues las 1431 respuestas recibidas se desagregan en 35 ramas de actividad. Su lectura permite confirmar que una amplia mayoría define como su actividad principal el proyecto y la dirección de obras. En segundo lugar, aparecen las actividades vinculadas a la construcción, seguidas del gerenciamiento de proyectos, asesoría, documentación de obra, gestoría, docencia, consultoría, mantenimiento de edificios, gestión, desarrollo inmobiliario, etc. 

Así como la universidad constituyó en la Argentina del siglo XX una herramienta de ascenso y equidad social, la capacitación sigue siendo una estrategia privilegiada de la matrícula. En el último año, el 57% declara haber realizado cursos de capacitación para mejorar su desempeño profesional. La mayor parte de las capacitaciones se vincula a cursos, seminarios, conferencias y congresos. Por su parte, sobre un total de 932 matriculados que contestaron esta pregunta, 66 cursan especializaciones, mientras que 135 declaran capacitarse en maestrías. El perfil académico y de investigación es minoritario entre quienes se matriculan, pues las agencias de promoción científica, como el CONICET o la ANPCyT, así como la docencia en universidades, no requieren de la matrícula. Tal vez en eso radique, en parte, que quienes cursan o han cursado estudios de doctorado sean únicamente 13 matriculados.

Al cabo de este artículo, quedan esbozadas algunas conquistas y una agenda pendiente, en términos de equidad, en el campo de la Arquitectura. Desde el punto de vista del género, asociaciones como Soy Arquitecta, Un día, una arquitecta y el Colectivo de Arquitectas en defensa de las tierras públicas juegan un importante papel en la visibilización, concientización y producción de conocimiento con perspectiva de género. Asociaciones estudiantiles en diversas facultades recuperan la agenda de equidad a través de comisiones de géneros y disidencias y plantean fuertemente la necesidad de mayor inclusión de jóvenes en el claustro docente. Estos temas, así como los vinculados a los derechos sociales y ambientales, muestran el protagonismo que las generaciones más jóvenes han tenido en la construcción de la agenda pública de ampliación de derechos ligados a nuestras disciplinas.

Por su parte, los marcos institucionales también, lentamente, se van modificando. Las resoluciones de paridad en la integración de listas de consejeros y consejeras superiores y directivos de la UBA y de otras universidades, así como los proyectos de paridad en la integración de jurados de concursos académicos, tribunales de tesis y en cargos de gestión de gobierno, presentados por profesoras y graduadas en la FADU, UBA, van en el mismo sentido, acompañando las normativas de inclusión y derechos sancionadas por leyes nacionales y locales en la última década. Por su parte, distintas facultades cuentan con unidades de género y han establecido la obligatoriedad de capacitación en la Ley Micaela.

En el panorama descrito, el papel del CPAU es central, como faro para marcar los rumbos de una profesión, y de un campo de formación y de actividades, que está en el camino de lograr mayores niveles de equidad y solidaridad intergeneracional, de géneros y de perfiles profesionales comprometidos con el bien común.