Las costas de Buenos Aires ¿un futuro por default?

Alicia Novick, Observatorio Metropolitano | CPAU, Pedro Linares, Paloma Garay Santaló, Eugenia Peyregne, Guillermina Zanzottera

sábado, 16 de julio de 2022  |   

Equipo del Observatorio Metropolitano: Alicia Novick (Directora), Pedro Linares, Paloma Garay, Eugenia Peyrègne, Guillermina Zanzottera. 

¿Cómo será la costa del Río de la Plata en la Buenos Aires del futuro? Desde el río, seguramente, se verán los característicos edificios de los paisajes metropolitanos, esos travelings que inician las películas. La vista desde la ciudad presentará, sin dudas, los  principales cambios. Actualmente, por detrás de las barandas de los asteriscos, se ve la inmensidad del río, esa suerte de “mar dulce”, “color de león”, o, hacia el sur, la selva natural-artificial de la Reserva Ecológica. Dentro de una década, si se materializan las propuestas en danza, veremos muchos tramos del río por detrás de los perfiles recortados de los edificios del nuevo frente. De algún modo, el paisaje del río será privativo de los propietarios de los vidriados livings de los edificios de Costa Urbana y de las ex Costa Salguero y Punta Carrasco. El skyline resultante, más que el corolario de una propuesta imaginada y discutida –a pesar de las playitas, puentes y parques dibujados con el ambicioso título de “proyectos para la costa de Buenos Aires”– se perfila como un futuro por default.

En contraste, imaginemos, por un momento, la posibilidad de un concurso de ideas para la ribera de Buenos Aires. Por un lado, la recopilación intencionada de los estudios que identifican las características del río, los problemas de las infraestructuras y el ambiente, para articular mejor la ciudad con el río y sus paisajes, en sentido amplio. Tener mapas de lo que hay y lo que falta. En relación, workshops “de verdad” para debatir imágenes de futuro, con la posibilidad de plantear un proyecto territorial desde Vicente López al Riachuelo o, si se va por más, desde el Tigre hasta La Plata. Tal vez, hubiera sido posible pensar más de una alternativa, trazar escenarios, proyectar formas nuevas. El diseño podría coser los relictos de la ciudad “sanitaria” del siglo XIX –con el Hotel de Inmigrantes, el lazareto de la costanera sur–, anudar La Boca, los puertos, las areneras, la panza de la Costanera Norte… Pero no está siendo y parece que no va ser, pues en su lugar tenemos una amplia gama de iniciativas puntuales, que se piensan y se debaten, y se judicializan pieza por pieza. Prevalece una suerte de ciudad de los negocios, justificada por “espacios públicos” que se presentan como la reificación del sentido común.

El futuro merece un rato de reflexión, pues se trata de la costa de un río que construye territorio, que se prestó para rellenos y cambios de la línea de ribera, alejado de las normas y de las formas de la ciudad construida. El estado actual de las riberas es corolario de iniciativas heterogéneas, donde se fueron superponiendo huellas de proyectos, residuos de decisiones políticas, ocupaciones precarias que se hicieron permanentes, negocios de todo tipo que fueron configurando esos bordes de un modo bastante desprolijo. Los archivos permiten revisitar el rol material y simbólico que tuvieron algunos proyectos y, sobre todo, abren lecturas críticas acerca de cómo plantarse frente al devenir.


Figura 1. Propuesta de loteo por la Sociedad Malecón y Puerto Norte. 1989

A fines del siglo XIX, la Costaneras no existían. En 1889, en orientación norte, la Sociedad Malecón y Puerto Norte presentaba un loteo donde se trataba de organizar un futuro barrio, frustrado por la crisis (Figura 1). Sobre esa referencia, años después, la Dirección de Ingenieros del Municipio acompañaba un grupo de empresarios que promovían un barrio residencial organizado sobre una avenida ribereña abierta al río, una pieza del “marco para la capital”, la traza de las fronteras capitalinas establecidas en 1887. Ese emprendimiento residencial no pasó del estadio de proyecto, pero se sucedieron varios intentos por trazar ambiciosas vías de dimensión metropolitana. En efecto, con el objetivo de rentabilizar los terrenos vecinos a la traza del Ferrocarril, Benito Carrasco, junto con los ingenieros de la Provincia de Buenos Aires, diseñó un “paseo de embellecimiento” metropolitano bordeando la ribera del norte hasta el Tigre, inspirado en el park system de los norteamericanos (Figura 2). En sintonía, y en orientación sur, se imaginaron los primeros balnearios, con la excusa del descubrimiento de una fuente de aguas surgentes con propiedades curativas, que se fueron completando con la pérgola, el espigón y los equipamientos deportivos a lo largo del borde del triángulo de tierras ganadas al río por Puerto Madero. Las obras del Puerto Nuevo y de las infraestructuras, pensadas en relación con Retiro, fragmentaron la costa y sumaron equipamientos técnicos mientras se iniciaba la larga historia de proyectos para integrar los terrenos del puerto madero con una plaza de Mayo abierta (Figura 3).


Figura 2. Proyecto de embellecimiento de la Costa desde la Ciudad hasta el Tigre. Benito Carrasco y Comisión de Ingenieros del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires. 1912


Figura 3. Apertura de la Plaza de Mayo hacia el río. Jean-Claude Forestier. 1924

En la ciudad reformista de los años veinte, conservadores, radicales y socialistas coincidían en la necesidad de asegurar las costaneras norte y sur desde justificaciones estéticas, paisajísticas y  sociales. En ese marco se fueron configurando tal como las conocemos. La Comisión de Estética Edilicia, a cargo del diseño de la costanera norte, se dio cuenta de que las herramientas beaux arts disponibles no eran suficientes y convocó al francés Jean-Claude Forestier para diseñar un proyecto paisajístico de mayor alcance, que se inscribió en un ambicioso plan de espacios verdes y libres de carácter metropolitano. La Costanera Norte debía integrarse a la ciudad mediante monumentales avenidas de acceso y algunos barrios jardín (Figura 4 y 5); y para la Sur, el parquista francés diseñó un borde arbolado sobre el malecón, completando y organizando el paseo existente (Figura 6). El urbanismo de los treinta, mientras se construían los anchos veredones del paseo, con los escombros de las demoliciones de las aperturas céntricas, dibujaba pasajes subterráneos para comunicar las dos costaneras, aeropuertos sobre el río. Una década después, la construcción del aeroparque, la estación de hidroaviones y las piletas públicas –actualmente Costa Norte–, la localización de la Ciudad Universitaria iban tomando forma… Como en otras ciudades portuarias, los bordes fluviales estuvieron tensionados entre las infraestructuras y espacios recreativos. 


Figura 4 (arriba). Proyecto para la Costanera norte. Comisión de Estética Edilicia. 1925
Figura 5 (al medio). Proyecto para la Costanera norte. Jean-Claude Forestier. 1925
Figura 6 (abajo). Proyecto para la Costanera sur. Jean-Claude Forestier. 1925.


Figura 7. Río León, sección. Rómulo Macció. 1993.

El relicto más sólido de esos tiempos fue larga baranda de asteriscos que se extendía sobre el borde, para pescar, para pasear, para contemplar el río (Figura 7). Poco a poco, los “carritos” y los solariums de playas, con nombres alusivos como Saint Trópez, se transformaron luego en las concesiones y piletas privatizadas de los años ochenta. En el sur, junto con Bellas Artes y el lazareto, el Club Boca Juniors lograba aprobar su Ciudad Deportiva. En los ochenta, varios proyectos y sucesos signaron el futuro ribereño. Hacia el norte, el fáustico Parque de la Independencia diseñado durante la dictadura militar (1976-83) debía extenderse entre la Ciudad Universitaria y el puerto nuevo. Hacia el sur, en una costanera de muy difícil acceso, el avance de la reserva ecológica —como resultado de los escombros de la demolición de las autopistas y de los proyectos de ampliación de área central— sorprendió a quienes concurrían al antiguo balneario o caminaban en esa ribera. 

Junto con las ruinas de la frustrada Ciudad Deportiva de Boca se constituía el nuevo “bosque nativo”. El requiem por el río de los nostálgicos se articulaba con la ilusión ambiental de los ecologistas que trataron de evitar, por todos los medios, que se urbanizara ese humedal milagroso que resultaba de la dinámica del delta. Paulatinamente, la nueva isla “artificial-natural” se iba integrando al plano de la ciudad cuando, desde el regreso de la democracia, comenzaron los controvertidos debates que suscitó la operación Puerto Madero, que logró resguardar un buen fuelle entre la ribera y la nueva ciudad. La tradicional costanera del balneario popular, restaurada, y la nueva red de parques, con nombres de mujeres, se mantuvieron como paseo. En los intersticios se sumaron asentamientos precarios como la villa Rodrigo Bueno, kioskos, ferias dominicales. En el norte, de la mano de las ideas de “espacio público” y “proyecto urbano”, se construyó el Parque de la Memoria y, más allá de la Ciudad Universitaria, el Parque de los Niños, al lado de clubes náuticos y marinas de nueva y vieja data.  

¿La construcción de la ciudad “es lo que sucede” más que lo que se “imagina”? No es esa la respuesta, pues vimos, sin ser exhaustivos, que algunos proyectos como el “parque lineal” de Carrasco o los diseños de Forestier fueron interesantes anticipaciones. Pero, lejos de suponer que “todo tiempo pasado fue mejor”, o de tratar de “remasterizar” ideas old fashion, cabe ponderar su capacidad de orientar el devenir, en el sentido moderno de “proyecto versus destino”.

Actualmente, en los terrenos públicos del borde fluvial, al margen de las normas y formas de la ciudad construida, se están implementando, producto de subastas y  convenios urbanísticos, una multiplicidad de propuestas como las de Costa Urbana, Costa Salguero, Costa Carrasco, visualizadas como una oportunidad para el desarrollo, entendido en términos de real state. ¿Estos nuevos edificios serán un layer más de una larga historia? Los emprendimientos inmobiliarios no siempre tienen atributos de proyecto urbano. Las recientes iniciativas –debatidas en audiencias públicas y en muchos casos judicializadas– están atravesadas por una suerte de “realismo” de los negocios que clausura todo otro devenir. La playa, el memorial de la AMIA, el parque del Vega, así como los puentes a la reserva, un poco improvisados, parecen justificar las ventas y privatizaciones –judicializadas– de la ciudad de los negocios. Los mapas de las Figuras 8 y 9 son ilustrativos, y muestran con dramatismo la ciudad por pedazos.

Nos preguntábamos, ¿cómo será el futuro de la Costa de Buenos Aires? Si nos atenemos a lo que está, el camino de “privatización” abierto que profundiza la segregación espacial y social podría muy bien asociarse a las inquietantes distopías de películas como Elgydium o Distrito 14. En la contracara, sería deseable que el futuro resulte de la formulación de proyectos, en plural, para ese “frente visible de la ciudad”, que contemplen al mismo tiempo lo visible y lo invisible, lo grande y lo chico, las determinaciones del territorio, el ambiente y el paisaje, considerando además el “fondo menos visible de la ciudad” y, más ampliamente, la existencia de una ciudad y una sociedad metropolitana compleja y desigual. Sería lindo imaginar que al menos algunas cosas podrían ser diferentes, para dar vuelta la resignación de ese futuro sin proyecto, de ese futuro por default… 


Figura 8. La costa en CABA: concesiones, subastas. Observatorio Metropolitano CPAU. 2022. Disponible aquí »


Figura 9. Las costas de Buenos Aires: proyectos y obras. Observatorio Metropolitano CPAU. 2022