El agua como activo de la ciudad
Ana Carolina Herrero
El agua es una de las principales amenazas del cambio climático y por tanto se requiere de una visión con enfoque integral, que vaya más allá de una obra estructural, y que esté sentada en los patrones de la naturaleza, en la experiencia humana y en el cambio cultural, para que funcione contundentemente como una sola cosa.
La Ciudad de Buenos Aires se inundaba, se inunda y se seguirá inundando –seguramente menos–, pero no dejará de hacerlo puesto que son los ríos y arroyos los que explican la forma de esta urbe, con bañados, lagunas, humedales y cursos de agua, y que empezaron a ser escondidos ya desde el inicio de la urbanización.
Hay muchas obras construidas pero quedan muchas más por desarrollar. Hay cuencas más intervenidas pero otras sólo con obras menores. También las hay interjurisdiccionales, como el Maldonado y el Medrano, dondela mitad de la cuenca de este último corresponde a la Provincia de Buenos Aires.
Si bien el Plan Hidráulico (PH) es una política de Estado que tiene como antecedente inmediato al Plan Director de Ordenamiento Hidráulico para la Ciudad de Buenos Aires (PDOHCBA) y al Programa de Gestión del Riesgo Hídrico (PGRH), deberá enmarcarse en el contexto del cambio climático e integrar el carácter interjurisdiccional de las cuencas, para suplir las falencias no contempladas.
Cheonggyecheon hoy. Foto: Yeoul-shin en Unsplash
Sería muy costoso cubrir la capacidad de la red pluvial a cien años, pero se puede adoptar una serie de medidas “verdes y azules” para completar la diferencia. El PH admite 25 cm de agua en calle como un nivel de inundación aceptable, dado que si bien se lo considera molestia, permite la circulación. Por tanto, habría que complementar con Infraestructura Azul y Verde (IAV) para retener el agua donde se pueda y de esa manera usar a la ciudad como reservorio, almacenándola. Pensar en la infiltración está descartado. Por un lado, porque la Ciudad posee suelos con características de impermeabilidad y por otro, porque las napas reciben las pérdidas de la red de agua de AySA, situación que genera un desbalance hídrico importante. Así las cosas solamente se puede pensar en dilatar y/o diferir el excedente de agua.
La IAV vendrá a complementar a la infraestructura gris, de ninguna manera a suplantarla, pero para ello es crucial la integración del conjunto de obras (medidas estructurales) y programas y acciones (medidas no estructurales) concebidos para reducir el riesgo hídrico en la Ciudad, entre las diferentes áreas de gobierno.
Todo esto debería enmarcarse bajo una nueva visión del agua: lo que antes (y hoy) era (es) un problema, transformarlo en una oportunidad de disfrute, en un activo de la ciudad.
Y en esa evolución, empezar a pensar en la apertura arroyos como un cambio de paradigma hidráulico para restaurar ecológicamente las cuencas.
La Ciudad Autónoma de Buenos Aires tiene todos los ríos entubados. Entubar los ríos urbanos sólo busca invisibilizar el problema sin comprender que son mucho más que cursos de agua. El riesgo no se elimina, se “oculta” tras las obras y reaparece a la vista de todos ante cada desastre. No es posible asegurar que las inundaciones se detendrán una vez que el arroyo se entube y, lo que es peor, se genera un escenario incontrolable. Algunos de los efectos negativos del entubamiento, son:
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aumento de conexiones clandestinas dado que se pierde el control efectivo una vez que se encuentra entubado;
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aumento de la contaminación debido a las descargas clandestinas sin tratamiento;
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saturación del cauce entubado, ya que el aumento de las conexiones satura el cauce/ducto, lo que empeora el escenario frente a lluvias intensivas;
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pérdida de los espacios verdes para la recreación de los vecinos de la cuenca;
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reducción de áreas de absorción de agua de lluvia, al perderse los espacios verdes, lo que incrementa la inundación.
Un caso emblemático es el arroyo Cheonggyecheon de 5,8 km de longitud, localizado en el centro de Seúl: en 1970 se construyó sobre éste una autopista de 16 m de ancho y fue desentubado en 2005, transformándose en un espacio moderno de recreación público, popular entre los residentes y turistas, valorizando el espacio verde, el paisaje e incrementando el número de empresas y oportunidades de empleo.
Los cambios enunciados son posibles de alcanzar con medidas que fomenten una relación consciente de la ciudadanía con el agua, a través de diferentes acciones con escuelas (capacitaciones, contenidos curriculares), talleres participativos de riesgo hídrico con perspectiva de género, centro vivencial (que dé cuenta de la línea histórica vinculada con el agua en la ciudad), entre otros.
La apertura de los arroyos en la Ciudad de Buenos Aires es un gran desafío, pero que sin lugar a dudas se puede lograr. La Ciudad debe proporcionar a sus habitantes una alta calidad de vida y empleo, de modo que pueda hacerse competitiva, que atraiga a las personas que quieran vivir en la ciudad, visitar a la ciudad e invertir en ella. Para ello tiene que ser ecológicamente viable. La sustentabilidad es el elemento clave para la supervivencia en y de la ciudad.
Foto: Silvia La Manna silvia.la.manna