Saber latín
Luis Fernández-Galiano
Cinco máximas pedagógicas
No existe mejor síntesis de una experiencia pedagógica que la que brinda el latín lapidario de las máximas clásicas. Utilizo un proverbio romano y un aforismo medieval, además de sentencias de Petronio, Quintiliano y Séneca para introducir cinco comentarios taquigráficos a la enseñanza de los proyectos; el cordobés me sirve también para la presentación y la despedida. Los textos provienen de Aurea dicta, la excelente selección de Eduard Valentí.
Prólogo
Non vitae, sed scholae discimus
No aprendemos para la vida, sino para la escuela
(Séneca Epístolas 106, 12)
Como en tiempos de Séneca, las escuelas se alejan en exceso de la vida, promoviendo una enseñanza autorreferente. Aprendemos para la escuela, en lugar de hacerlo para el mundo, y ese autismo ensimismado destruye la razón de ser de las instituciones escolares, que devienen máquinas que giran sobre sí mismas sin otra meta que su propia perpetuación. La pertinencia social del proyecto que se propone como ejercicio debe ser nuestra primera preocupación si queremos evitar el reproche del filósofo. No se proyecte pues para la escuela, sino para la vida.
I
Nemo nascitur artifex
Nadie nace maestro en un arte
(Proverbio)
La arquitectura, como el resto de las artes, posee un contenido disciplinar que puede ser codificado y transmitido; sin esta convicción no existe la pedagogía. La enseñanza confiada a la intuición o el azar alimenta un narcisismo vacío o un cinismo estéril. El proyecto requiere documentación; un conocimiento íntimo del lugar, su perfil topográfico y sus trazas históricas; y una familiaridad suficiente con el programa, los antecedentes tipológicos y los medios técnicos y económicos disponibles. Nadie nace enseñado; y hay que estudiar para inventar, pues toda arquitectura proviene de otras.
II
Quod discis, tibi discis
Lo que aprendes, lo aprendes para ti
(Petronio 46, 8)
No hay más estímulo que la autoestima, ni más guía que la convicción. El aprendizaje es interiorización; pero no la colmatación de un recipiente con información, sino la construcción íntima de un marco de referencia. Sólo desde esa fortaleza interior puede el arquitecto enajenarse, introduciéndose en la piel del habitante, y es esa radical alteridad la que hace de ésta una profesión de servicio. El conocimiento se recaba con codicia para sí, se atesora y acumula en una intimidad irreversible; pero si no fluye para otros, de él emana el perfume letal del agua estancada.
III
Longum iter est per praecepta, breve et efficax per exempla
Largo es el camino con preceptos, corto y eficaz con ejemplos
(Séneca Epístolas 6, 5)
En la enseñanza de proyectos, la teoría palidece frente a la práctica. El proyecto hipotético es el mejor laboratorio, y los ejemplos de referencia o contraste, la mejor constatación del conocimiento arquitectónico. Si es verdad que no hay nada tan práctico como una buena teoría, los preceptos ideológicos o formales deben doblegarse a la violenta singularidad del lugar o la circunstancia. El ejemplo práctico ilustra con veloz eficacia, abrevia el camino del entendimiento y se levanta desafiante y luminoso, suscitando en el que aprende el ánimo de emulación.
IV
Emendatio pars studiorum longe utilissima
La corrección es, con mucho, la parte más útil de los estudios
(Quintiliano 10, 4, 1)
No debe temerse corregir. Enseñar es ayudar al estudiante a encontrar su propio camino, alentando con precaución los brotes primeros del descubrimiento; pero enseñar es también transmitir experiencia acumulada y conocimiento verificable. Demasiados arquitectos profesan un agnosticismo epistemológico que todo lo equipara y todo lo degrada, porque si todo vale, nada vale de verdad. Ese escepticismo trivial y solipsista está en el extremo opuesto de la duda metódica y autocrítica. La corrección enfrenta al profesor con sus incertidumbres, pero también con sus certezas.
V
Instrumenta bonum faciunt bona sepe magistrum
A menudo son los buenos instrumentos los que hacen bueno al maestro
(Aforismo)
Es siempre remedio de jactancias recordar hasta qué punto el éxito de la enseñanza depende de factores ajenos al profesor mismo. Los medios materiales, desde luego, pero en mucha mayor medida el contexto escolar de exigencias y estímulos que produce un ambiente favorable para el estudio y el ensayo. Para el que enseña proyectos, los más valiosos instrumentos son la motivación y el tiempo; si el entorno no los suministra, el mejor maestro se agotará braceando contra la corriente; si lo hace, aun el menos dotado de los profesores resultará excelente.
Epílogo
Homines, dum docent, discunt
Los hombres, enseñando, aprenden
(Séneca Epístolas 7, 8)
El gran privilegio del profesor es el aprendizaje. Los estudiantes le mantienen en vigilia permanente, le obligan a esforzarse, ponen en cuestión sus convicciones endebles y le golpean inesperadamente con hallazgos. Si existe un criterio para evaluar una experiencia docente, ése es quizá el mejor: cuando el profesor aprende, aprende el estudiante. Porque uno y otro no son extremos de una relación asimétrica, sino momentos de un proceso interminable de búsqueda que persigue lo que nosotros llamamos conocimiento y los antiguos denominaban sabiduría.