Academia y pensamiento disciplinar
Flavio Janches
I
Lo académico es el lugar ideal para replantear cuestiones establecidas en la cotidianeidad de la práctica profesional. La inestabilidad característica del ámbito reflexivo permite rever o consolidar posiciones alternativas para establecer, en un positivo desprejuicio de “no-construcción”, resultados paradigmáticos asociados directa o indirectamente a (des)equilibrios socio-culturales, medioambientales, o económicos.
Esta posibilidad de interferir en el pensamiento disciplinar es el principal potencial del trabajo universitario, ya que es en la sumatoria y superposición de sus resultados concretos o utópicos, el lugar donde se consolida la evolución del conocimiento.
De esta manera, el proyecto como investigación se reposiciona en su autodefinida experiencia y no en el simulacro del conflicto profesional, construyendo en su pensamiento paradigmático estrategias que anticipen, participen o modifiquen los procesos de decisión.
Es entonces en esta posición dicotómica, entre conceptos disruptivos y prácticas específicas, donde las hipótesis y objetivos de trabajo pueden reformular no solo las pautas y métodos proyectuales sino también las preguntas que las generan.
Muchos de los ejercicios que se generan en nuestra facultad se determinan en esta discusión, formando su identidad cultural en sus particulares lecturas, diagnósticos y propuestas.
El taller de arquitectura liga entonces sus procesos de investigación al conjunto de influencias que perturban (positiva o negativamente) este esquema social urbano original, determinando así no solo un esquema formo-funcional de transformación o adaptación, sino también una metodología de comprensión y diagnóstico de los acontecimientos y patologías que conforman nuestro verdadero conflicto disciplinar. La pregunta es entonces cómo la academia puede organizar este espacio necesario para estimular las habilidades de los estudiantes para responder, con creativas herramientas, instrumentos y tecnologías de diseño, a diferentes contextos y conflictos.
En primer lugar, es necesario afirmar que la comprensión del diseño no solo debe enfocarse en el producto sino también en el proceso por el cual se produce. Esto se debe a que sus posibilidades transformadoras no solo se expresan a través de su particular imaginación espacial sino principalmente a través de la oportunidad de implementar, en una realidad cambiante e impredecible, la capacidad de diseñar estrategias para situaciones y situaciones únicas y en segundo lugar reconocer al acto proyectual como un proceso experimental desde el cual se pueden reconocer conceptos multidisciplinares valiosos para la construcción de distintos espacios de convivencia. Este proceso experimental permite al alumno comprender e implementar metodologías de diseño personal para determinar el carácter y los significados culturales de las propuestas.
II
La ciudad es obviamente el marco referencial de la mayoría de estos trabajos, ya que nos permite, en su estructura formal y funcional entender la representación más acabada del fundamento cultural de nuestra sociedad.
Los trabajos asociados a la ciudad como marco de implicancia, es donde la dicotomía planteada en el comienzo de este texto se hace más evidente. Esto se debe a que los resultados no dependen únicamente de la definición del espacio proyectado, sino también de las tensiones que las nuevas estructuras provocan, ya que su combinación con dinámicas sociales superpuestas, contradictorias o complementarias es donde se construye el verdadero paradigma proyectual.
Es por este motivo que para construir escenarios de futuro posible (superando la mera anticipación de futuros probables) es necesario consolidar espacios de interpretación que identifiquen modelos alternativos de transformación. Imaginar lo improbable es entonces la forma de responder, desde la investigación y experimentación académica, a problemas existentes y a hipótesis de conflicto futuro.
Desde esta perspectiva construir un pensamiento urbano no sólo como un plan ideal, sino, y al mismo tiempo, como herramienta que combine modelos de gestión (de lo posible) con investigación (de lo improbable) es la forma ideal de determinar, desde la Universidad, posibilidades físicas y sociales para situaciones de cambio (De Jong, 2002).
Consolidar esta construcción de conocimientos en espacios de diálogo entre disciplinas e instituciones permite ampliar, en un nuevo marco colaborativo, el entendimiento de los desafíos que se enfrentan y el potencial de opciones que se consideran para su solución. Interactuar permite entonces no sólo entender y practicar acciones de respuesta apropiadas, efectivas y adaptables, sino también definir acuerdos significativos necesarios para el manejo de situaciones complejas y dinámicas.
Estos esfuerzos de colaboración pueden producir -y generalmente producen- acuerdos significativos, que tienen como consecuencia la capacidad de construir autogestión en comunidades; mejorar el conocimiento de políticas (policy knowledge); y crear estrategias innovadoras hechas a medida a condiciones únicas en situaciones particulares (Innes, Booher, 2015). Pueden también transformar problemas aparentemente insolubles en otros más manejables, y ser vistos por los que son: nuevas formas de desarrollar valores y objetivos, generando percepción de propósitos compartidos.
Es por esto que el ámbito académico es el espacio de discusión ideal para promover, en el diálogo entre análisis objetivo (de acontecimientos perceptibles y pensamiento racional) y subjetivo (de valores imperceptibles e intuición inconsciente), procesos creativos promotores de soluciones originales a conflictos tradicionales.
El objetivo de la Universidad es entonces construir una agenda académica que pueda verse como un proceso expresivo-subjetivo (un arte) y al mismo tiempo como un proceso objetivo-racional (una ciencia) que sin una distinción esencial entre proyecto y teoría permita a los estudiantes desarrollar sus propias habilidades proyectuales basadas en la combinación de precisión y sensibilidad; y que a su vez consolide a la academia como una referencia clave en la definición de instrumentos creativos, desde donde se pueda comunicar valores estéticos, culturales y ambientales.