El zanjón y la tabla oscilante
Eduardo Maestripieri
Marcas, huellas y registros del habitar la cuenca del arroyo Medrano. Las marcas que definen los bordes del territorio y el paisaje, se conciben como producto del encuentro entre naturaleza y cultura. El arroyo Medrano y su anclaje con la identidad.
Habitar significa identificarnos con un lugar en el mundo. Leopoldo Marechal exaltó en una de sus novelas la travesía de Adán Buenos Ayres cruzando el arrabal de Saavedra: «Por aquí arranca la huella. No hay más que seguirla derecho, hasta dar con el zanjón y la tabla oscilante». En ese pasaje, Marechal describe las peripecias de los seis compañeros que junto a Adán deben «hacer equilibrio a tientas en una tabla insegura y sobre un zanjón cuya profundidad ignoraban».
El zanjón es el arroyo Medrano que corría serpenteante entre suaves lomas hacia el río de la Plata. Horacio Cóppola y Lino Enea Spilimbergo fijan en grafías permanentes un tiempo de la calle Correa que, como el arroyo, atraviesa el barrio de Saavedra. Sus encuadres acentúan las marcas del antiguo arrabal. Marcas es el nombre que suele darse a los lugares situados en los confines de un territorio, en los bordes de una frontera, pero también a testimonios significativos que definen un paisaje producto del encuentro entre naturaleza y cultura. La identidad se construye con relaciones. La mirada percibe cualidades entre las cosas y el lugar que habitamos. Imaginemos recorrer la ribera del arroyo Medrano. Apropiarnos de un lugar. Interpretar las marcas, las huellas y los registros de una forma de habitar debe permitir la fundamentación del proyecto como voluntad de conservación o transformación de lo dado.
Comprendiendo, relacionando e integrando el sitio como lugar y el territorio como paisaje.