Sobre la relevancia o la función del relevamiento
Roberto Lombardi
Buenos Aires sigue siendo una ciudad fundada por conquistadores, concebida como campo a urbanizar, conservada y reproducida por una lógica dominante que emplea al suelo como territorio de explotación por su valor de cambio, medido por la cotización mercantil inmobiliaria, y organizado y administrado por una trama de extensión indefinida (cada vez más indefinida y cada vez menos trama).
Ese modelo territorial ha quebrado numerosas fronteras políticas y naturales para expandirse con dinámicas que, ante la ausencia de consensos consistentes y plurales, no cesa de volverse trágicamente más y más heterogéneo. Innumerables áreas metropolitanas están cercadas, contaminadas, inundadas, desabastecidas, empobrecidas por la fuga oportunista de los flujos de inversión hacia oportunidades más ventajosas, orientados hacia la conquista aventurera de fronteras cada vez más lejanas para comprar barato y vender caro, o relanzados hacia los barrios antes depreciados por estas pugnas para especular ahora con su gentrificación estratégica.
Mientras tanto, arquitectos y urbanistas seguimos presentándonos como una comunidad determinada por un campo de saber dedicado a la transformación del medio con responsabilidad prospectiva, que requiere de nosotros la necesidad de enfrentar con claridad un problema persistente y a la vez urgente: cómo construir una práctica socialmente relevante. Podemos replegarnos con comodidad hacia la queja por las fragilidades del modelo político urbano: escenarios de gestión y regulación gerenciados por administradores económicos y financieros fuertemente influidos por sectores del capital concentrado, debilidad de los organismos de planificación y control, estructuras de representación política con enlaces mínimos con el territorio… Aún en ese contexto no encuentro excusa alguna para seguir repitiendo formas de práctica que operan sobre un mapa en el que apenas se registran las condiciones normativas para encuadrar acciones arquitectónicas y urbanas fundadas en un manejo de la información decididamente impropio.
Ninguno de nosotros debiera evadir la función del relevamiento. En principio, re-presentar la información que está: desmontar la ilusión que produce la disponibilidad y proliferación de estadísticas e imágenes y enfrentarnos a la necesidad de interpretar esa información para actualizar a la orden del día las productividades de ese gran número de datos. Inmediatamente, re-presentar la información que falta: la ausencia o distorsión de actores y dinámicas históricas controversiales, de objetos evadidos por los cánones de las diferentes disciplinas y de las situaciones emergentes de los intervalos o superposiciones entre especialidades técnicas. Los ejemplos son innumerables: villas y asentamientos mapeados como espacios verdes, zanjones de basura como cursos de agua, ríos urbanos como suelo disponible, restos arqueológicos como vacancias; grupos sociales enteros excluidos de las estadísticas por falta de techo, inscripción laboral, escolarización o documentos… Incluso necesitamos desmontar y superar la cómoda visión de la imagen satelital, ilusión de un todo continuo y completo, incapaz de exponer no sólo las formas de cierre, de abandono, de peligro, sino también las redes de sociabilidad, solidaridad y auto-organización que todavía mantienen activos y habitables enormes sectores del área metropolitana, abandonados por la gestión pública y amenazados por la acción de los intereses corporativos dominantes en sus formas de especulación inmobiliaria, contaminación y explotación medioambiental, etc.
Si no queremos perder definitivamente la oportunidad de producir un conocimiento relevante mediante la función del proyecto como instrumento positivo de transformación de la ciudad, podemos empezar por algo que, aunque no dejamos de practicar, necesitamos volver a aprender: cómo representar.