Objetivo: cercanía
Agustina González Cid
Las ciudades son entes vivos, construcciones colectivas en permanente transformación. Desde lo que se considera la primera ciudad de la historia, Catal Huyuk, hace más de 9000 años en la actual Turquía, los humanos nos reunimos para protegernos, para sociabilizar y para dividir las funciones de trabajo y así ser más eficaces. El 20 de marzo de 2020, debido al COVID-19, en Argentina y en todo el mundo nos vimos forzados, para protegernos, a aislarnos. Como consecuencia de esto, sociabilizar y trabajar, durante largos meses, fue exclusivamente a la distancia. En ese contexto, ¿qué rol cumplen las ciudades?
Durante ese tiempo, participé de muchas charlas con colegas de distintas ciudades del mundo y la pregunta era qué cambios iba a traer la pandemia en relación al ambiente construido. Hoy, a casi tres años de ese marzo del 2020, podemos decir que no cambió nada y cambió mucho. ¿Qué cuestionó la pandemia? ¿Cómo queremos vivir? ¿Para qué vale la pena desplazarse? ¿Para qué necesitamos y cómo logramos estar más cercanos?
El encierro y aislamiento absoluto nos hizo adoptar nuevas herramientas digitales y formas de relacionamos, que, si bien existían, fueron apropiadas por necesidad en esos primeros meses. Al evitar traslados, el teletrabajo ahorra tiempo, permite disminuir la huella de carbono y reduce la necesidad de espacios dedicados exclusivamente al trabajo. A nivel urbano esto trajo como consecuencia el vaciamiento de los centros financieros de distintas ciudades del mundo.
Estos centros financieros o microcentros concentran altos porcentajes de metros cuadrados en usos de oficinas y también servicios y comercios de cercanía para atender a los trabajadores durante el horario laboral. Por otro lado, tienen una baja incidencia de metros cuadrados dedicados al uso residencial, especialmente para familias. Al modificarse la dinámica del trabajo y evitarse esos traslados, hay que buscar un nuevo destino a estos centros. Entonces, ¿qué buscamos para las ciudades? y ¿qué buscamos para sus centros?
Previo a la pandemia de COVID-19, la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, comenzó a hablar de la ciudad de los 15 minutos o la ciudad del cuarto de hora. Este modelo, desarrollado por el matemático y urbanista franco-colombiano Carlos Moreno, plantea que en 15 minutos a pie o en bicicleta de su casa, los habitantes de la ciudad puedan tener acceso a la mayoría de sus necesidades esenciales como alimentarse, trabajar, estudiar y recrearse. Este modelo propone un regreso a un modo de vida local y genera ciudades más resilientes y capaces de adaptarse mejor a los cambios.
Para contribuir al modelo de ciudad de cercanía, el gobierno de la ciudad de París está adquiriendo locales en plantas bajas, los cuales luego ofrece en alquileres subsidiados a comercios que fortalezcan los barrios. Así, de acuerdo a los porcentajes de los distintos usos, vuelcan al mercado metros cuadrados que se distribuyen dependiendo de aquello que hace falta a la vida de las personas que viven ahí.
Si bien se puede intervenir de manera directa en el mercado inmobiliario como en el caso de París, la mayor parte de planificar es establecer reglas de juego que después son usadas por desarrolladores privados para construir la ciudad. En el contexto económico actual, las ciudades deben trabajar con los desarrolladores de manera de orientar los procesos de transformación de los distintos barrios en busca de la ciudad deseada. Si lo que buscamos es reactivar un barrio, las normas o los incentivos tienen que ser lo suficientemente interesantes para atraer inversiones que si no podrían ir a sectores con menos riesgo.
A diferencia de Buenos Aires, el microcentro de Rosario es más mixto. Por este motivo y por tener una escala menor, la pandemia y los cambios laborales lo afectaron menos. A pesar de esto, el centro no disfruta de la plenitud que podría. En Rosario apuntamos a transformar el microcentro de la ciudad a partir de incidir sobre algunos lotes privados que se encuentran baldíos o subutilizados con playas de estacionamiento. Para esto proponemos que los lotes mayores a 1000 m2 ubicados en el centro de la ciudad y que actualmente o en el pasado hayan funcionado como playas de estacionamiento, pueden aplicar a un plan especial para obtener mayor altura y edificabilidad si, a cambio, ofrecen espacios de uso público o terrazas verdes. Estos nuevos edificios van a traer nuevos habitantes al centro de la ciudad aumentando las inversiones, el consumo y la circulación de gente en distintos momentos del día.
Además, basados en las enseñanzas de Jane Jacobs en su libro La muerte y la vida de las grandes ciudades americanas y la importancia de los ojos en la calle, modificamos en el código de Rosario la altura mínima posible en las plantas bajas para que puedan aparecer en ellas distintos usos, y que permanezcan abiertas más tiempo.
Más allá de los minutos que uno emplee para desplazarse de un lugar a otro, es importante que den ganas de hacer ese recorrido caminando o en bicicleta. Ahora que entendemos que la ciudad de cercanía es la solución, tenemos que apuntar a los aspectos no solo cuantitativos sino cualitativos. Esto no es solo para el microcentro sino para toda la ciudad. Para esto trabajamos en cambios normativos para que las veredas sean accesibles para todas las personas y en los distintos momentos de la vida como así también en incorporar arbolado de alineación para reducir la isla de calor y hacer el recorrido más amable.
El microcentro de la ciudad de Buenos Aires cuenta con menos lotes vacíos pero con más construcciones en desuso o subutilizadas, con altos porcentajes de metros cuadrados de los usos más afectados por la pandemia. Para resolver esto, el gobierno de la ciudad plantea un programa de beneficios para aquellos desarrolladores que quieran transformar estos usos en residencias familiares. Así se busca fomentar la transformación urbana del microcentro.
Con un sector priorizado para la reconversión definido por Santa Fe, Av. Leandro N. de Alem, Av. Belgrano y Bernardo de Irigoyen y Carlos Pellegrini, el proyecto plantea, a partir de beneficios impositivos, la reconversión principalmente de oficinas, hoteles y locales comerciales en viviendas. Lo interesante de esta propuesta es que pone el foco en aprovechar las construcciones existentes, lo que la hace más sustentable, y ofrece beneficios extras si son edificios catalogados de valor patrimonial, galerías comerciales, si incorporan terrazas verdes, o si liberan áreas para el uso público.
El otro punto interesante y que logra que la propuesta sea completa y abarque la complejidad que implica la transformación de metros cuadrados construidos, es la incorporación al Código de Edificación (CE) de un capítulo destinado a intervenciones en edificios existentes (solo para el microcentro) que facilita su adaptación a usos mixtos sin que se requerir grandes intervenciones edilicias y garantizando las condiciones de seguridad.
Planificar la cercanía tiene distintas aristas y, si bien París, Rosario y Ciudad de Buenos Aires son claramente distintas, desarrollaron diversos mecanismos para lograr el mismo objetivo: una ciudad amable y cercana donde se pueda volver a la vida local.