Valoremos nuestra disciplina

Ricardo Grosso

martes, 1 de septiembre de 2020  |   

La dificultad en la gestión de nuestros honorarios profesionales


Tareas, roles, incumbencias, responsabilidades constituyen un problema de toda la matricula, sin distinción de ningún tipo.

Es muy posible que las siguientes sean solo algunas de las muchas preguntas y afirmaciones que nos hacemos los arquitectos, sobre todo luego de una reunión con un potencial cliente en la que no haya surgido la misma pregunta que le hacemos al plomero que viene a casa antes de empezar: ¿cuánto me cobra por su trabajo? O también, luego de la quinta reunión en la que con valentía logramos plantear el tema y el potencial cliente nos mira con cierta extrañeza («¿Por esto cobran?»)

  • ¿El problema es que los honorarios están desregulados y no hay una legislación que nos ampare?

  • ¿Son las leyes del mercado?

  • ¿Hay una problemática profesional?

  • ¿No somos capaces los arquitectos de generar un poder corporativo (como sí existe claramente en otras profesiones o servicios) que nos permita defender nuestro trabajo?

  • ¿Somos muchos arquitectos?

  • Los estudios llamados grandes cobran honorarios muy bajos en relación a su grandeza; entonces, ¿qué queda para los demás?

  • ¿Hay falta de ética en estos últimos al tomar obras muy por debajo de lo supuestamente lógico?

  • ¿Hay deslealtad comercial o los arquitectos somos excesivamente competitivos?

  • Los arquitectos principiantes o los estudios llamados chicos, ¿cobran honorarios muy bajos para tomar obras y aspirar a ser un estudio «grande»?

  • Los concursos dejaron de ser una opción para muchos porque no son vinculantes y muchas veces las instituciones aceptan honorarios bajos para poder organizarlos.

  • La ausencia de obra pública, ¿reduce la competitividad de la profesión a la obra privada, donde mandan otras variables?

  • No está claro en la sociedad cuáles son los beneficios de la contratación de un profesional de la arquitectura

 

Atardecer con tormenta en Santiago de Chile. Foto: Enrique Talenton, 2017Escenarios cotidianos
En cualquier intercambio comercial es muy difícil que se obtenga algo a cambio de nada. También es muy factible que preguntemos el costo antes de comprar un producto o contratar un servicio. Por ejemplo, cuando vamos al consultorio de un médico, antes de que nos atienda, sin conocerlo y sin saber si nos será útil su diagnóstico y tratamiento, se debe abonar sus honorarios.

Un escenario diferente aparece en la primera reunión entre un potencial cliente y un arquitecto: hablar de honorarios profesionales antes de iniciar la consulta es muy poco probable. Consulta o reunión para la que seguramente, en nuestro afán de tomar una obra (es decir, un trabajo) dedicaremos todo el tiempo que sea necesario en pos de ser los elegidos y seguramente entregaremos información valiosa y hasta alguna documentación inicial.

Este último ejemplo se reitera en casi cualquier estudio de arquitectura, no importa las dimensiones del mismo o el tipo de obra.

La pregunta que nos hacemos es por qué motivo no hablamos del costo de nuestro trabajo antes de comenzar la relación comercial; cuál es la razón por la cual a los arquitectos nos cuesta tanto establecer las relaciones lógicas de cualquier intercambio comercial, donde alguien obtiene algo a cambio de un pago por ello. 

Diagnóstico
Es imposible separar los problemas que surgen en el ejercicio diario de la falta de claridad que parece haber respecto del tema, sin buscar las razones profundas por las cuales suceden. Nuestra profesión está en crisis desde hace tiempo en relación a este tema, y no solo es consecuencia de los vaivenes económicos y financieros del país.

Existe una multiplicidad de factores simultáneos que hacen que las dificultades se acentúen a la hora de cerrar un acuerdo de honorarios por nuestros servicios profesionales. Y si logramos firmar un acuerdo, es muy posible que a esas dificultades se sumen luego el incumplimiento de lo pactado y problemas en los pagos.

Muchos de esos factores son «exógenos» a la actividad profesional y están relacionados a conductas sociales y comerciales generalizadas:

  • Una cultura comercial basada en las leyes del mercado, donde bajar costos sin importar la calidad es muchas veces la premisa, encuentra en los valores de los servicios profesionales una de las variables iniciales de ajuste. En el caso de la arquitectura, sin conocer los alcances reales de la profesión y sus beneficios, y por ausencia de una legislación adecuada que lo impida.

  • En los últimos veinte años aproximadamente se ha reducido, o casi desaparecido, la obra pública, donde los parámetros referenciales de los honorarios en general se respetaban. La producción arquitectónica se ha limitado en gran medida a obras privadas, desarrollos de emprendimientos inmobiliarios y obras corporativas. En este tipo de obras las referencias se diluyen: existe un monto de honorarios previamente asignado a las tareas del arquitecto, que además empezaron a ser compartidas con nuevos roles: gerenciadores, desarrolladores, administradores, comercializadores, etc. Su presencia reduce las remuneraciones del arquitecto, y no comparten los riesgos y las responsabilidades legales asumidas en una obra de construcción.

  • Pero existen otros problemas profundos y «endógenos» de nuestra profesión, que debemos asumir:

  • No es visible en la matrícula un poder de unión o «corporativo» que de un marco referencial ante la falta de una legislación clara con respecto a nuestros honorarios profesionales.

  • Este déficit se transforma en falta de difusión hacia la comunidad de la necesidad de la contratación de un arquitecto para cualquier tipo de obra o intervención en la ciudad, y los beneficios de esa contratación. Hay una gran confusión en la sociedad del alcance real de nuestra disciplina y las opciones.

  • La ausencia de la legislación adecuada a partir de la desregulación de los honorarios profesionales y las últimas modificaciones del Código Civil y Comercial: el artículo 1.255 del Código Civil y Comercial dispone que «las leyes arancelarias no pueden cercenar facultades de las partes de determinar el precio de las obras o servicios»

  • Por diversas cuestiones, posiblemente enraizadas en la educación universitaria, existe una sobreoferta de profesionales, muchos de los cuales, por falta de formación, problemas de oficio o déficits de capacitación, no ofrecen el servicio adecuado. Esto desprestigia la disciplina, y distorsiona el rol profesional.

  • La arquitectura muchas veces es mirada por la sociedad como un hecho artístico o creativo y no como una actividad donde se combinan las anteriores con responsabilidades legales, técnicas, científicas y económicas. Y muchas veces los arquitectos pensamos que esto es inmodificable.

 

Conclusiones y sugerencias
Es fundamental que el respeto y valorización de nuestra disciplina comience por nosotros mismos. Esto ayudará a que hablar de la retribución por nuestro trabajo deje de ser un problema y se transforme en algo normal y lógico como en cualquier intercambio de servicios profesionales.

Para valorizarla debemos darle una base más «científica», técnica y profesionalista a nuestro quehacer e instalar inicialmente algo que todos sabemos pero nos cuesta poner en la mesa de negociaciones: que en el desarrollo de un proyecto, el rol de un arquitecto no es hacer simplemente «dibujitos», sino que en estos tiempos, más que nunca, su misión es hacer que los mismos tengan un pensamiento, una identificación del problema a resolver, una investigación para dar una respuesta eficiente, funcional y estética, interactuando con asesores ingenieros y especialistas en todas las áreas que comprende un proyecto de arquitectura, para que se puedan materializar en una obra de manera eficaz y resolviendo todas las cuestiones ya descriptas. Hacerla posible y económicamente sustentable es una obligación.

Desde el momento inicial es determinante:

  • Describir la labor de un estudio de arquitectura y el alcance de las diferentes etapas explicando en detalle las tareas en cada una: prefactibilidad, anteproyecto, proyecto licitatorio, proyecto ejecutivo, administración, dirección de obra y sus variables, los costos de estudio y honorarios según las etapas a contratar, tomando como referencia los aranceles de las entidades profesionales según la ubicación de la obra;

  • Explicar los compromisos legales que se asumen con una obra según el alcance;

  • Elaborar una minuta de las reuniones desde la inicial y enviarla por correo electrónico a los participantes: esto sirve como primer punto de contacto y marca un camino.

  • Como es muy posible que el interesado nos elija por la celeridad en la entrega de la primer información o posibles factibilidades y no por el valor de nuestros honorarios (por los cuales seguramente no pregunto aun) ni por la calidad de lo elaborado, es imprescindible antes de entregar esa información firmar un preacuerdo inicial donde queden plasmadas las condiciones del futuro documento a firmar en el caso de avanzar o de que esa información sea utilizada sin nuestro consentimiento.