Las contribuciones de la naturaleza en el contexto urbano

Christopher Anderson, Paula Romina Mansilla, Nora Jara

miércoles, 6 de enero de 2021  |   

En 2014, por primera vez en la historia evolutiva de nuestra especie, la mayoría de los seres humanos en el planeta vivían en ciudades[1]. Por lo tanto, el contexto urbano se ha hecho cada vez más evidente y crucial dentro del estudio y manejo de los sistemas socio-ecológicos (Figura 1). Latinoamérica y el Caribe (LAC) ostenta un contexto socio-ecológico singular. Es un reservorio «natural» con siete de los diecisiete países más biodiversos del mundo, y la expansión urbana ha sido identificada como un factor principal de degradación de esta riqueza biológica[2]. En LAC, el porcentaje de la población que reside en ciudades es aproximadamente 80%, haciéndola la segunda región más urbana del mundo[1,2]. En este escenario, se hace evidente el papel del humano como «constructor» de su ambiente, pero ha sido menos reconocido que ese «ambiente construido» es su madriguera y hábitat y afecta su bienestar social. 

Figura 1. Distintos modos de entender la relación humano-naturaleza en paradigmas de investigación y sus implicancias en el diseño urbano.La integración de la conservación y el bienestar se está consolidando en la investigación y las políticas públicas. La Agenda 2030 para la Sustentabilidad de las Naciones Unidas fue adoptada por Argentina en 2015, y contempla diecisiete Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que integran diversos aspectos sociales y ecológicos, incluyendo uno sobre ciudades y comunidades sostenibles (ODS 11). Tal vez el mejor ejemplo en este cambio de paradigma sería la actual pandemia del COVID-19 que ha puesto de manifiesto la imposibilidad de separar la salud humana de la salud ambiental. Los factores que generan las pandemias zoonóticas (aquellas que surgen por transmisión desde especies no-humanas) son las mismas identificadas como factores de degradación ambiental (Figura 2). 

Por otro lado, la cuarentena dejó en evidencia la necesidad de tener vínculos con nuestra familia y red social y también con el entorno físico y natural. En reconocimiento de estos vínculos, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha promovido el concepto de «Una Salud»[3]. La historia de las pandemias además enseñan lecciones sobre cómo decisiones actuales pueden afectar el espacio urbano en el largo plazo. Una epidemia de fiebre amarilla en Buenos Aires al comienzo del siglo pasado provocó una serie de respuestas en la cultura (por ejemplo, prácticas de higiene) y en infraestructura (por ejemplo, sistemas de agua corriente y cloacas) en la ciudad que se toman como «lo normal»[4]. La pregunta actual sería ¿qué decisiones de planificación urbana pueden integrar los múltiples valores de la naturaleza para generar más bienestar social en los próximos cien años?  Figura 2. Distintos factores socio-ecológicos generan los actuales cambios globales que degradan la salud humana y la salud ambiental.  

Desde lo ecológico, las áreas naturales urbanas son refugios para la biodiversidad, y el vínculo con la naturaleza que rodea el espacio urbano es crucial para la regulación de procesos ecosistémicos. Por ejemplo, las áreas verdes y azules ayudan a controlar las inundaciones, ya que mantienen la permeabilidad del suelo y su capacidad de infiltración[5]. La vegetación, a su vez, influye en la temperatura urbana[6], así como en la captura de partículas del aire[7]. Pensando más allá, en el vínculo de la ciudad con su entorno, un servicio ecosistémico que proveen las áreas naturales en los cerros o laderas es la prevención de desastres naturales, como los aluviones y avalanchas, ya que la vegetación aumenta la retención del suelo[8, 9]. Estas mismas áreas pueden ser cruciales para proveer servicios tan importantes como el agua; por ejemplo, la ciudad de Ushuaia se beneficia directamente por tener las cabeceras de sus tres fuentes de agua potable protegidas por el Parque Nacional Tierra del Fuego y el sitio Ramsar Glaciar Vinciguerra.

Los espacios «naturales» deben entenderse también como espacios «sociales» donde encontramos el desarrollo de relaciones humanas con valores simbólicos, identitarios y cívicos[10]. A su vez, la presencia de espacios verdes y azules urbanos está asociada con la salud. Se ha mostrado que no solo hay un efecto negativo en la salud por exposición a la degradación ambiental (por ejemplo, la exposición prenatal a la contaminación puede persistir en el desarrollo cognitivo y comportamental de los niños), sino también hay evidencias que la exposición a espacios verdes produce efectos positivos[11]. Por ejemplo, un mayor porcentaje de áreas verdes se asocia con mayor coeficiente de inteligencia y menos problemas de comportamiento en los niños[12]

La OMS recomienda que cada habitante de una ciudad tenga disponible 9 m2 de «espacio natural» para su desplazamiento, en tanto que su distribución debería permitir que se tenga acceso dentro de un radio de 500 m. No obstante, en LAC, se ha encontrado que los dos grandes obstáculos para acceder a los servicios ecosistémicos urbanos son justamente las grandes desigualdades socioeconómicas que caracterizan la región y una relativa debilidad en la gobernanza ambiental[13]. La creciente urbanización de nuestra especie hace que los espacios «naturales» cobren mayor relevancia y resulten ser no solo un reservorio de biodiversidad sino también un factor clave para la salud pública y la justicia social. 

Por lo tanto, el diálogo entre distintos saberes sobre estos temas es crucial, desde la ecología hasta la arquitectura y desde el conocimiento tradicional[14] hasta la planificación territorial (Figura 3). En este texto, hemos hecho un esfuerzo de mostrar una perspectiva «ecológica» de los espacios urbanos para promover un «diálogo de saberes»[15] con otras aproximaciones. Puntualmente, resaltamos que ya existen iniciativas en el ámbito de las ciencias aplicadas, como el desarrollo de indicadores de sustentabilidad[16] o la integración de estos conceptos en herramientas prácticas para la gestión[17]. Desde la arquitectura, se está trabajando en el diseño y planificación de espacios que integran otras disciplinas, como la salud, la ecología, la eficiencia energética y los vínculos humano-naturaleza[18]. Con la integración de estos saberes sería posible tener ciudades más biodiversas y más bellas, pero también más seguras, más justas y más saludables. 

Figura 3. Los espacios naturales en el contexto urbano se pueden generar en diversos ámbitos, incluyendo las plazas o parques, donde se deberían incorporar las especies nativas cuando sea posible (A: patio de escuela con árboles nativos de lenga y cancha de fútbol). 
Es importante diseñar e implementar infraestructura apropiada para proveer acceso a estos espacios ‘verdes’ y ‘azules’, como la construcción de asientos y cartelería (B: mirador explicando los distintos valores y objetivos de la Reserva Natural Urbana Bahía Encerrada; C: paseo peatonal por la costanera de Ushuaia). 
Los senderos también pueden integrar las zonas urbanas y peri-urbanas, dando acceso a extensiones de ecosistemas naturales más intactos (D y E: Camino de los Presos en otoño e invierno). 
Incluso sitios naturales en las afueras de las zonas urbanas son integrales para la provisión de diversos beneficios de la naturaleza, como el agua potable, y deberían ser integrados en la planificación territorial, como la creación de áreas protegidas en las cabeceras de las cuencas que abastecen de agua potable a las ciudades (F: Río Pipo saliendo del Parque Nacional Tierra del Fuego hacia Ushuaia). 
Fotos A: M.A. Londero; B-D: C.B. Anderson; E: N. Jara; D: D. Francomano.


[1] UN. 2014. World Urbanization Prospects 2014 Revision. Dept. of Economic and Social Affairs, Population Division. Ver publicación»    
[2] IPBES. 2018. Summary for Policymakers of the Regional Assessment on Biodiversity and Ecosystem Services for the Americas. Rice J., C. S. Seixas, M. E. Zaccagnini, M. Bedoya-Gaitán, N. Valderrama, C. B. Anderson, M. T. K. Arroyo, M. Bustamante, J. Cavender-Bares, A. Diaz-de-Leon, S. Fennessy, J. R. Garcia Marquez, K. Garcia, E. H. Helmer, B. Herrera, B. Klatt, J. P. Olmeto, V. Rodriguez Osuna, F. R. Scarno, S. Schill, J. S. Farinaci (eds.). IPBES Secretariat. Bonn, Alemania. 41 pp.
[3] Anderson, C. B. 2020. Un solo planeta, una sola salud. Infobae: Ver nota »
[4] Kemelmajer, C. 2020. ¿Qué legado dejaron las epidemias a lo largo de la historia? CONICET. Ver nota »
[5] Sorensen, M. G., K. J. Keipi, V. Barzetti, J. Williams. 1998. Manejo de las Áreas Verdes Urbanas. Banco Interamericano de Desarrollo (ENV-109).
[6] Jenerette, G. D., S. L. Harlan, A. Brazel, N. Jones, L. Larsen et al. 2007. «Regional relationships between surface temperature, vegetation and human settlement in a rapidly urbanizing ecosystems». Landscape Ecology 22:353-365.
[7] Hernández J. 2007. «La situación del arbolado urbano en Santiago». Ambiente Forestal 3:14-16.
[8] Romero, H., A. E. Vásquez. 2005. «Evaluación ambiental del proceso de urbanización de las cuencas del piedemonte andino de Santiago de Chile». Eure 31: 7-117. 
[9] Vásquez, A. E. 2016. «Infraestructura verde, servicios ecosistémicos y sus aportes para enfrentar el cambio climático en ciudades: el caso del corredor ribereño del río Mapocho en Santiago de Chile». Revista de geografía Norte Grande 63:63-86.
[10] Arreaza, M. H. 2007. «La apropiación de los espacios verdes en la configuración de identidades urbanas». Ver nota »
[11] Seixas, C. S., C. B. Anderson, S. Fennessy, F. Herrera, Bernal, O. Barbosa, R. Cole et al. 2018. «Chapter 2: Nature’s contributions to people and quality of life». En: IPBES. 2018. The IPBES Regional Assessment Report on Biodiversity and Ecosystem Services for the Americas. Rice, J., Seixas, C. S., Zaccagnini, M. E., Bedoya-Gaitán, M., and Valderrama, N. (eds.). Secretariat of the Intergovernmental Platform on Biodiversity and Ecosystem Services, Bonn, Germany, pp. 62-207: Ver publicación»     
[12] Bijnens E.M., C. Derom,  E. Thiery, S. Weyers, T. S. Nawrot. 2020. «Residential green space and child intelligence and behavior across urban, suburban, and rural areas in Belgium: A longitudinal birth cohort study of twins». PLoS Med 17: e1003213.  Ver nota »
[13] Dobbs, C., F. J. Escobedo, N. Clerici, F. de la Barrera, A. A. Eleuterio, I. MacGregor-Fors, et al. 2019. «Urban ecosystem services in Latin America: mismatch between global concepts and regional realities?» Urban Ecosystems 22:173–187
[14] Según Leff (2004), el conocimiento tradicional cobra relevancia en la búsqueda nuevas racionalidades que nos permiten salir de la actual crisis ambiental, ya que «el diálogo de saberes da la mano y abraza a los saberes subyugados, sobre todo con aquellos que dieron sustento a las culturas tradicionales y que hoy resignifican sus identidades y se posicionan en un diálogo y resistencia con la cultura dominante que impone su saber supremo. El diálogo de saberes es un diálogo con interlocutores que han perdido la memoria y la palabra, cuyos saberes tradicionales han sido sepultados por la modernidad impuesta». Leff, E. 2004. «Racionalidad ambiental y diálogo de saberes. Polis» [En línea], 7 | 2004.
[15] Leff, E. 2010. «Imaginarios sociales y sustentabilidad». Cultura y Representaciones Sociales 5:42-121.
[16] García, S., Guerrero, M. 2006. «Indicadores de sustentabilidad ambiental en la gestión de espacios verdes: Parque urbano Monte Calvario, Tandil, Argentina». Revista de Geografía Norte Grande 35:45-57.
[17] Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano. 2019. «Integración de los servicios ecosistémicos en la planificación y gestión urbana: un enfoque sistemático en pasos para profesionales». Programa Protección del Clima en la Política Urbana de México (CiClim) y la Deutsche Gesellschaft für Internationale Zusammenarbeit (GIZ). Ciudad de México. 122 pp.
[18] Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN). «Soluciones basadas en la naturaleza para hacer frente a los retos de la sociedad». Ver nota »