La nueva [a]normalidad
Diana Cabeza
Estamos en una situación como pocas veces vivió la humanidad, con un gran impacto en los conglomerados urbanos de alta densidad de población.
Con la aparición del COVID-19 sobrevino una cuarentena mundial que nos indujo a abandonar los espacios públicos de nuestras ciudades y confinarnos en la intimidad, privacidad y, en ciertos casos, hacinamiento de nuestros entornos domésticos, los interiores de nuestras casas…
Mientras tanto, los espacios públicos vacíos de nuestras ciudades se asemejaban a un cuadro de Giorgio de Chirico, o a un film de ciencia ficción sin presencia alguna de humanidad; es más una post humanidad en que lo físico desaparece….
Durante este confinamiento estricto reflexioné mucho acerca de cómo se viviría el «afuera público» de nuestras ciudades, cuando la cuarentena se flexibilizara… y mis preguntas eran:
¿Seguiremos teniendo la posibilidad del contacto directo y público con la luz del día, el sol, el verde y la noche, sin tener nuestros sentidos intermediados? Y en ese caso ¿cómo será la relación con ellos?
¿Seguiremos teniendo la posibilidad de disfrutar de ciertos placeres urbanos, como pisar las veredas crujientes y doradas en otoño, como sentir el calor del sol en nuestra piel con los árboles desvestidos de hojas en el invierno? ¿Podremos respirar de placer al mirar el techo verde de las tipas sobre nuestras cabezas?
También me preguntaba cómo sería la «noche pública», mirar la luna llena o las estrellas y sus constelaciones compartiendo esa experiencia con otros…
¿Cómo será ejercer el contacto sin el tacto?
¿El oler sin poder oler?
¿El hablar sin que se reconozca nuestra voz?
¿Apelaremos al recuerdo?
¿Será nuestra memoria otro sentido?
¿Será que nuestros sentidos evolucionarán en otros sentidos?
Creo que nos estamos enfrentando a un nuevo escenario donde nuestras relaciones como comunidad, nuestros rituales de encuentro social y nuestros sentidos deben ser reformulados, repensados.
Nuevos temas a reflexionar acerca de las interfaces entre el cuerpo individual, el cuerpo colectivo y un nuevo contexto impensado, insospechado.
Mientras tanto, el distanciamiento social y las interfaces de protección son nuestra realidad…
Nuestra necesidad de abrazar al otro, ya sea familia o amigos, tendrá que esperar, y acudiremos a memorizar nuestros sentidos y al recuerdo táctil para transitar esta carencia.