Hacer ciudad, de abajo hacia arriba
María Migliore
La integración de los barrios populares de Buenos Aires.
La pandemia que se desató hace un año visibilizó aún más la desigualdad estructural que todavía hay en nuestro país y en la Ciudad de Buenos Aires, una grieta que se fue solidificando y creciendo con cada una de las sucesivas crisis que atravesamos en las últimas décadas.
Esta situación marca un círculo vicioso: una pobreza que se cimentó en el territorio —miles de vecinos y vecinas de los barrios populares de la Ciudad con un entorno que les ofrece un desigual acceso a la educación, la salud, a los servicios básicos y a oportunidades de trabajo—; y a la vez, ese mismo entorno retroalimentando una realidad en la cual esas barreras imposibilitan que el esfuerzo que realizan sirva para salir de la pobreza. Así, la desigualdad determina el territorio, al mismo tiempo que el territorio reproduce esa desigualdad.
Desde el Gobierno de la Ciudad, venimos trabajando una política de integración y desarrollo transformadora, con un norte claro: romper esta matriz estructural de la pobreza. Partimos de una certeza que marca nuestro sendero: el espacio urbano es un factor central para el desarrollo de las personas, las comunidades y las ciudades.
Barrio Mugica (Villa 31). Foto: MDHH.
El corazón de esa política son los procesos de integración de los barrios populares que estamos encarando hace más de cinco años, que representan la inversión en infraestructura social más alta desde el año 1983, y que hoy impactan de manera directa en la vida de ciento cincuenta mil personas. Con este método venimos transformando los barrios Rodrigo Bueno, Playón de Chacarita, Mugica (Villa 31), 20 en Lugano y la zona del Camino de Sirga.
¿Por qué hablamos de integrar? El paradigma de la integración socio-urbana deja atrás al de la erradicación, dominante en los años setenta, que consistía en mudar barrios enteros a grandes conjuntos habitacionales sin tener en cuenta sus dinámicas sociales o su entramado productivo.
Nosotros estamos convencidos del enorme valor que existe en los barrios populares y por eso buscamos integrarlo a la Ciudad.
Con ese fin, el paradigma de la integración apunta a transformar a partir de la realidad existente en los barrios: reconocer que sus dinámicas económicas y su identidad están arraigadas al suelo en el que viven, y construir en (y desde) ese lugar. Con esa meta, llevamos adelante un modelo de «hacer ciudad» de múltiples integraciones:
En primer lugar, la dimensión habitacional. Construimos viviendas nuevas y mejoramos las existentes para levantar el piso de las condiciones de habitabilidad y que así cada familia pueda llevar adelante sus proyectos.
Una cuestión clave de nuestra política de integración es que pone en el centro al hábitat. ¿Por qué quedan en pie gran parte de las viejas viviendas? Porque buscamos hacer de cada barrio uno más de la ciudad, no eliminarlos y construirlos de nuevo. Reconocer la historia pasada, interviniendo para mejorar la infraestructura y las viviendas, generando un piso de desarrollo. Amalgamar y sintetizar la rica tradición social de los barrios con la modernización y nivelación necesarias para su integración en el resto de la Ciudad.
En esa línea de poner en el centro el hábitat y la conectividad territorial, abordamos la dimensión urbana. Con nuestra política apuntamos a conectar el barrio a la Ciudad. A partir de las demoliciones de las viviendas de aquellas familias que se mudan a los nuevos departamentos, generamos nuevo espacio urbano; abrimos calles, pasajes y pulmones de manzana para conectarlo a las redes de servicios públicos y al alumbrado de la Ciudad, para que pasen los colectivos y las ambulancias, para que haya un verdadero acceso a las escuelas, los hospitales y las comisarías, y para mejorar las condiciones de iluminación y ventilación.
Buscamos una Buenos Aires que recupere mucho de lo que fue uno de sus principales activos urbanos —la integración social— y que dé pelea contra las tendencias excluyentes de la Argentina contemporánea: queremos una Ciudad que le dé las mismas oportunidades a cada una de las personas que la habitan.
A partir de estos procesos de integración estamos construyendo más de 6500 departamentos, más de 160 mil metros lineales de infraestructura y 180 mil metros cuadrados de pavimento, y llevamos adelante más de 700 demoliciones por las cuales ya abrimos 18 nuevas calles y estamos trabajando en 8 aperturas más. En total, estamos generando más de 117 mil metros cuadrados de nuevo espacio urbano.
Por último, la dimensión socio-económica. Partiendo de reconocer las dinámicas productivas que ya existen en los barrios populares, generamos herramientas para que éstas puedan crecer e integrarse al ecosistema económico de la Ciudad. Desde el gobierno de la Ciudad estamos convencidos de que la mejor política social es el trabajo. Por eso, construimos instrumentos concretos, como la Ley de Economía Popular, para acompañar a los emprendimientos de la economía popular y que puedan aumentar su producción, mejorar su comercialización y acceder al financiamiento.
También venimos impulsando proyectos cuyo potencial económico se vincula al lugar en el que se emplazan: el Patio Gastronómico y la Vivera Orgánica en Rodrigo Bueno, dos casos concretos que combinan la identidad productiva barrial con el potencial turístico de la zona. La totalidad del proceso se apoya sobre un componente fundamental: la participación. El proceso mismo institucionaliza distintas instancias participativas con actores, frecuencias y objetivos diferentes: mesas de decisión con los delegados y delegadas, las organizaciones, instituciones públicas, vecinos y vecinas, para definir las líneas del proyecto de integración del barrio; mesas técnicas para consensuar cada paso del proceso; y mesas reducidas con las familias de cada manzana para definir las intervenciones más concretas: qué calles se abren y cómo van a llamarse, qué familias se mudan, qué espacio público se crea. En estos años llevamos realizadas más de mil quinientas instancias de participación, en donde pudimos comprobar que la participación dinamiza la transformación, no la obstaculiza. Desde el vamos, la dinámica integradora apunta al encuentro de puntos de vista distintos para que surja un consenso superador. Hacer ciudad es la misión que nos hemos dado. A partir de la participación de la comunidad, con el fin de generar un piso de derechos vinculados al acceso a la vivienda, a la conectividad urbana, la educación, la cultura y la salud, del cual dispongan todos los vecinos y vecinas de la Ciudad. Ese es el camino de desarrollo por el que venimos dando pasos concretos. |