Ser hijo de arquitectos es vivir la vida en obra

Jorge Gaggero

miércoles, 11 de diciembre de 2019  |   

Carta a mi mamá, Cristina B. Fernández. Buenos Aires, 10 de octubre de 2019.


Me piden de la revista notas CPAU que escriba una nota sobre la relación cliente-arquitecto y no encuentro otra forma de escribirla que no sea escribirte a vos.

Recuerdo cuando con Irene Kalnins[1] me propusiste hacer algo referido a la relación arquitecto-cliente para alumnos de la FADU, UBA. No quería hacer un video y se me ocurrió que la mejor manera era dramatizar esa relación a través de un grupo de actores, como una obrita corta de teatro donde a partir de temas dados se generaba un juego de roles.

La arquitecta Cristina B. Fernández según los ojos de su hijo Jorge Gaggero.Me acuerdo el día del estreno en el aula magna de la UBA, repleta de estudiantes de primer año de arquitectura. Funcionaba. Narrábamos situaciones simples. El nudo abordaba la problemática entre una persona que quería hacer una reforma en su casa y un joven arquitecto. El profesional luchaba por no ser avasallado por un cliente sediento por economizar costos. Los pibes se identificaban, comentaban, se reían. Funcionaba. Servía para que se vieran y para que nos veamos, tal como funcionan las historias.

No soy el indicado para ser objetivo, la relación con los arquitectos y la arquitectura es parte de mi ADN. Eso mismo también piensan muchos clientes y también es un problema. Pero en fin, vuelvo a preguntarme cómo ser racional y no revivir las experiencias que marcaron nuestra vida. Justo en esta fecha me resulta imposible.

En esta misma Aula Magna donde se desarrolla la representación puedo verte con 24 años, yo a tu lado con 4.

Vos estudiante de arquitectura buscando ser la primera profesional recibida en una familia de laburantes. Tu papá Rafael, chofer repartidor de la Franco Inglesa. Tu mamá Nélida, operaria de una empacadora de azúcar. Cada vez que se sentaban a la mesa le agradecían a Perón y Evita esa dignidad construida con trabajo y esfuerzo.

Me tuviste muy joven, querías terminar la carrera. No tenías con quien dejarme, así que supongo que de muy chiquito asistía a teóricos y talleres de diseño. Muchos años más tarde me resistí a ser arquitecto, pero transitaba los mismos pasillos cursando Diseño de Imagen y Sonido en la FADU. Tus compañeros, ahora profesores, me reconocían. «Ahí va Jorgito, el hijo de Cristina» «Hola Jorgito, ¿te acordás de mí?». Se disparaban los recuerdos y anécdotas. Ellos me contaron que yo te acompañaba.

Ser hijo de arquitectos es vivir la vida en obra, es pasar tus tardes entre contratistas y obreros. Tu hogar como un pueblo donde no tenés que salir a la calle, porque la realidad sucede en tu casa. Crecí siendo el hijo de la arquitecta, en ese mundo siempre transformándose a base de cal y cemento, donde los conflictos se dirimían mirando pendientes y juntas.

Y cuando pude tener mi casa propia casa me tocó ser tu cliente. Por primera vez pude entender lo difícil que es ejercer tu profesión. Más allá de las diferentes concepciones acerca del diseño y del programa, el arquitecto se juega su sensibilidad para comprender al otro y para diseñar una estrategia. El objetivo: conducir ese complejo proceso donde el cliente deposita su ego, sus frustraciones y sus ansiedades. El cliente no es una masa amorfa, es una fuerza mutante compleja, influenciable. El cliente, en mi caso, fue un matrimonio con dos hijos, con sus conflictos, sus mandatos y limitaciones afectivas y económicas. Depositamos en la reforma una historia pasada y una proyección hacia el futuro. Hacer una casa nos confrontó y nos interpeló en lo más profundo de nuestro ser. Y vos tuviste que volver a ser madre arquitecta y yo, por primera vez, fui el hijo-cliente.

Cuántas películas se me ocurren que sólo se podrán filmar en mi mente. Como vos me enseñaste, nunca hay que bajar los brazos. Entonces encontré la forma de hacerla como una obra de teatro. Se llama «Proyecto y Dirección», como rezaban todos los carteles que recuerdo de tus obras.

Proyecto y Dirección, dos palabras que van forjando su significado con el tiempo, y que vos ejerciste con una generosidad y una energía arrolladoras. Ya fuera de la obra, difundiste y valorizaste la arquitectura con mucha pasión, a través de Moderna Buenos Aires.

Hoy celebro tu vida y la de todos los arquitectos. Estás tan presente entre nosotros como esa ventana que diseñaste por donde entra el sol todas las tardes. 


[1] La arquitecta Kalnins es Gerente Técnica del CPAU.

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