Conservar el paisaje natural y urbano
Daniel Kozak, Martín Capeluto
Uno de los mayores desafíos que ha enfrentado históricamente, y aún afronta, la conservación patrimonial, es el de la transmisión a futuro de los bienes. Dar respuesta a ello requiere enfoques multidisciplinares para abordar dos aspectos clave: el conceptual y el material. Las demandas actuales hacia la conservación patrimonial se presentan principalmente bajo la forma de adaptaciones a los requerimientos de los usos y los estándares de confort vigentes, asociados a la cuestión de la adecuación tecnológica, así como a los cambios en las normativas. El desafío es explorar proyectos de intervención capaces de aportar un equilibrio entre esas exigencias y las propias de la conservación, en un balance que requiere ser redefinido caso por caso. El punto de encuentro entre los conceptos de patrimonio y sustentabilidad pareciera ser evidente: en ambos casos existe en los núcleos duros de sus campos de indagación y actuación una apelación a poner en valor lo que tenemos y bregar por no perderlo.
Entendemos por sustentabilidad al encuentro de tres formas de equidad: inter-generacional, intra-generacional y trans-fronteras; es decir, «sustentabilidad» significa no desplazar las externalidades negativas de nuestras acciones en el tiempo, el espacio social o el espacio geográfico. Por otra parte, el concepto de patrimonio es comprendido aquí en un sentido ampliado que incluye también, por ejemplo, consideraciones respecto de la energía embebida en los materiales de las construcciones, o el valor patrimonial de humedales, arroyos y ríos urbanos en la escala territorial.
Esto último nos conecta directamente con el debate sobre el patrimonio natural en su dimensión más interdisciplinar. Conceptos relativamente recientes, como el de Infraestructura Azul y Verde (IAV), movilizan en la actualidad discusiones de gran productividad en los campos del urbanismo, la geografía y los estudios urbanos, y también permean en el de la conservación y restauración del patrimonio. La idea de IAV remite al reconocimiento de la capacidad innata del espacio verde y el agua —y los ecosistemas en que están inmersos— de producir beneficios ambientales y de calidad de vida. Reconceptualizar un parque o un boulevard arbolado en una ciudad como un componente IAV implica, en primer lugar, una operación de valoración de patrimonio. Sólo sobre esta valoración —necesariamente multidimensional e interdisciplinar— se podrán producir proyectos de intervención adecuados.
Algunos componentes IAV son, por ejemplo, corredores verdes, reservas naturales, ríos, arroyos, lagunas, reservorios y jardines. Pueden ser de acceso público o restringido, a la vez que pueden asentarse sobre tierras públicas o privadas. Su principal característica es que brindan «servicios ambientales o ecosistémicos», como la morigeración del efecto de isla de calor y la regulación de la temperatura en general; mejoras en la calidad del aire mediante el uso de la capacidad fitorremediadora de la vegetación urbana; reducción del ruido; restitución o instauración de corredores de biodiversidad; y mayor control en el manejo del drenaje, almacenamiento y la calidad del agua; entre muchas otras prestaciones.
El reconocimiento del carácter patrimonial de un río o arroyo urbano —y el del rol del agua en las ciudades en general— implica en la actualidad repensar la lógica de las infraestructuras urbanas convencionales y muchas veces proyectar su reconversión de «infraestructura gris» (por ejemplo, un curso de agua entubado) a una IAV. Esto sucede porque, entre otros motivos, existe un creciente consenso acerca de las deficiencias de las soluciones tradicionales para resolver los drenajes urbanos, cuyas infraestructuras se han concentrado históricamente en el volumen de agua a desplazar, con el objetivo de desalojarla lo más rápidamente posible y lo más lejos posible de la ciudad, y han sido negligentes respecto de la calidad del agua y su capacidad para construir urbanidad.
Por otra parte, estas prácticas no sólo aumentan la contaminación de los cursos de agua canalizados, disminuyen la reposición de los acuíferos y descuidan el potencial inherente de los cursos de agua para brindar amenidad, sino que también generan a menudo problemas de inundación en las cuencas bajas por la aceleración de los tiempos de desagüe y en las cuencas altas como resultado de obstrucciones en los entubamientos. Las respuestas contemporáneas al control de inundaciones, que apuntan a un cambio radical mediante la aplicación de sistemas que procuran replicar los mecanismos naturales de la absorción del suelo, e incluyen muchas veces proyectos de desentubamiento y renaturalización de cursos de agua, son, en este sentido, también ejemplos de la aplicación de metodologías interdisciplinares e interescalares del universo en expansión del campo constituido por la confluencia del patrimonio y la sustentabilidad, cuyos bordes son —venturosamente— cada vez más difusos.