Las múltiples facetas del arquitecto
Roberto Aisenson
En el año 1960, recién graduado de la Facultad, me incorporé al estudio comenzado por mi padre en el año 1934. El ejercicio profesional en el estudio consistía precisamente en las tareas de “proyecto y dirección de obra”.
Con el correr de los años, las funciones y roles que desempeñamos los arquitectos han ido evolucionando y muchas veces diferenciándose. El arquitecto autor del proyecto no siempre está interesado en ejercer la dirección de obra, la que a su vez ha ido variando pues no solamente consiste en el tradicional “control de la fiel interpretación de los planos”, sino que también hay que manejar un plan de inversiones, un cronograma de obra, otro de licitaciones, controles de seguridad, etc., por lo cual han surgido arquitectos que se han especializado en esta tarea de nuestra profesión.
Son diversos los motivos que hacen a la vocación (o a la oportunidad) de un arquitecto para dedicarse y destacarse en todos estos roles. Creo que tratándose de una obra de cierto volumen y complejidad, el proyectista no puede dejar de ir a la obra, tal vez no en el rol de director de obra sino como supervisor del proyecto, quedando en este caso el rol y la responsabilidad del director de obra en otro profesional. El comitente debiera saber que no es suficiente contratar un buen proyecto si el autor del mismo no participa en la etapa de la ejecución de la obra, aunque más no fuera ejerciendo la supervisión arquitectónica de la misma.