Planificación urbana
Alfredo M. Garay
Hace más de 30 años decidí que mi tarjeta en lugar de arquitecto diría urbanista. Empecé trabajando con los municipios. Encontré intendentes desbordados por problemas que no sabían cómo resolver. Al poco tiempo me llamaron organizaciones barriales, prestadoras de servicios y empresas urbanizadoras. Todos preguntaban cómo evolucionaría la ciudad. Algunos me pidieron que escriba, que les diera charlas o sostuviera debates porque había mucho interés por discutir la cuestión urbana.
La realidad me obligó a estudiar y también a producir teoría. Me obligó a conversar, y a aprender de todas estas experiencias. Fui comprendiendo las lógicas que subyacen detrás los actores que participaban de una mesa de negociación. Entender cuál era el conflicto, concebir estrategias, y proponer alternativas de solución. Con el tiempo esto se fue volviendo una rutina, una habilidad, un oficio. Aprendí a entender más rápido, a ir directo al problema y a contar con un variado repertorio de posibles soluciones.
A veces coordino equipos muy grandes, pero en general mi trabajo se desarrolla en la mesa de un bar. Mi oficina se parece bastante a un café. Carece de los objetos estéticos que abundan en los estudios, pero las paredes se cubren de mapas. Coloridos mapas sobre mapas. Fotos aéreas con diferentes temas y de diferente escala. Estadística, textos, graficas que esperan una interpretación.
Cuando empecé eran pocos los profesionales que trabajaban como urbanistas. Hoy la ciudad es un tema elegido con entusiasmo por los jóvenes, y ya no tengo que explicar cómo se puede vivir de esto.
El urbanista es un trabajador que recorre cotidianamente ciudades, buscando identificar el punto donde la cartografía y la realidad coinciden. Pensando, resolviendo problemas, trabajando con la vida cotidiana de la gente.