Diseño industrial

Diana Cabeza

miércoles, 15 de marzo de 2017  |   

Siempre estuve cerca de los objetos, de las personas y de su relación con el contexto.

Dibujo desde chica; mis primeras clases de dibujo con la vecina de casa y las enseñanazas de la pintora Mercedes Amigo perfilaron mi posterior pasaje y graduación de la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón.

Mi rutina era de mañana ir a la “Prilidiano” y de tarde alternar entre “Estímulo de Bellas Artes”, y el taller del escultor Aurelio Macchi donde se dibujaba con modelo vivo en carbonilla y papel de escenografía. Esta rutina se alternaba con ejercicios en las plazas y bares dibujando personas sentadas solas o acompañadas intentando capturar gestos, emociones o simples maneras de estar; “un verdadero relevamiento antropológico”.

Las lecciones de mis maestros siempre estuvieron orientadas a ver no solo los objetos o las personas sino el espacio que habitan, y en concebir la representación de ellos como un emergente de la comprensión y definición espacial.

También en traspasar a las personas entrando en su “alma” proyectando este tema a las necesidades humanas esenciales. Al recibirme, ante la inminencia de enfrentar la soledad del taller, descubrí que quería hacer algo más vincular y pragmático.

Estudié y me recibí de arquitecta, pero finalmente me incliné por el diseño industrial, volví a la escala 1 en 1, a ahondar en las necesidades de las personas y en lo que hasta hoy, ocupa el centro de mi atención: las relaciones entre el cuerpo, el espacio y el diseño, desde la parte al todo y desde la escala del lugar a la escala del paisaje. 

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